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La acción climática revitalizada

jueves, enero 14, 2021

En las semanas que transcurrieron desde que ganó las elecciones en Estados Unidos, el presidente electo Joe Biden dejó en claro su intención de volver al Acuerdo de París, “en el primer día de mi presidencia”, y de convertir a la acción climática en una prioridad transversal de su política nacional e internacional. Varios expertos en energía y clima afirmaron que este cambio de prioridades en Estados Unidos podría ayudar a darle un nuevo impulso a la recuperación mundial en temas climáticos y crear nuevas oportunidades de cooperación en energía limpia y adaptación climática en América Latina y el Caribe.

A nivel mundial, contar nuevamente con la presencia de Estados Unidos en el Acuerdo de París será un paso “crucial” que modificará la dinámica política del cambio climático, según Marcelo Mena, el ex Ministro de Medio Ambiente de Chile que dirige el Centro de Acción Climática de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

Por un lado, dijo, los países en desarrollo como China e India no podrán utilizar la falta de acción por parte de Estados Unidos como “excusa” para no reducir sus propias emisiones. “Nunca harán todo lo posible si Estados Unidos no está”, dijo en una entrevista con la Alianza de Energía y Clima de las Américas (ECPA).

Mena, quien participó en las negociaciones del acuerdo climático internacional, dijo que la decisión del gobierno de Trump en 2017 de retirarse del flamante Acuerdo de París dificultó el impulso de los temas vinculados al clima. La postura de Estados Unidos también contribuyó a mantener el financiamiento climático internacional a niveles muy inferiores a los necesarios, dijo.

Sin embargo, cinco años después del acuerdo climático, las Conferencias de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático han seguido celebrándose y el Acuerdo de París está “vivito y coleando”, dijo Mena. Agregó que “se podría haber logrado mucho más en todo este tiempo si hubiéramos contado con el liderazgo contundente de Estados Unidos en materia climática”.

Si bien la reincorporación al Acuerdo de París es “un primer paso simbólicamente importante”, Estados Unidos también deberá acompañarlo con acciones concretas, escribieron Mena y Anders Beal, del Wilson Center, en un reciente artículo (“In search of climate action: The Western Hemisphere and President-elect Biden”).

En una entrevista conjunta, se refirieron al equipo climático de Biden que dirigen dos ex funcionarios de alto nivel del gobierno de Obama, John Kerry y Gina McCarthy, en tanto que una señal alentadora acerca de las intenciones de la nueva administración. (Véase el artículo relacionado en este número, “Un equipo climático de alto perfil”). También señalaron que Biden ha anunciado que convocará una cumbre climática en sus primeros 100 días en el cargo.

La Cumbre de las Américas de este año, que se celebrará en Estados Unidos, podría brindar una renovada oportunidad para empezar a trabajar con América Latina y el Caribe en el impulso a la transición hacia la energía renovable, según Beal, miembro asociado del programa del Wilson Center para América Latina. “Varios de estos países han estado ejerciendo presión en pos de la adopción de ambiciosas medidas sobre el cambio climático”, dijo.

Racquel Moses, Gerente y Directora del Caribbean Climate-Smart Accelerator, considera que la nueva administración debería adoptar medidas claras y contundentes desde el inicio a fin de demostrar que está caminando el camino del cambio climático. “Considero que debería haber algo tangible en el corto plazo”, dijo.

Moses dijo que, en los últimos años, ver a Estados Unidos ir en una dirección y al resto del mundo en otra generó una especie de «disonancia cognitiva» y una distracción. Algunos países presionaron aún más para que el proceso funcionara, mientras que para otros la actitud parecía ser: “Si no lo van a intentar ¿por qué deberíamos esforzarnos tanto? con lo difícil y costoso que es esto”.

“Lograr que todos estén de acuerdo hace una gran diferencia”, dijo Moses.

En cierto sentido, dijo, con el regreso de Estados Unidos al proceso será más difícil que las opiniones de los actores más pequeños acerca estos temas puedan ser oídas dado que “Estados Unidos llena cualquier espacio en el que se encuentre”. Al mismo tiempo, agregó, el liderazgo estadounidense es “fundamental”. Moses espera que la nueva administración pueda hacer uso de su influencia a fin de alentar a los países de desempeño inferior a adoptar decisiones acertadas sobre el cambio climático.

Desde el punto de vista del Caribbean Climate-Smart Accelerator, una coalición de 27 países que promueven inversiones climáticas y crean oportunidades económicas basadas en la acción climática, Moses prevé la posibilidad de alianzas que impulsen objetivos compartidos. Esto podría incluir inversiones en proyectos existentes, la creación de nuevos productos financieros para recaudar capital o el apoyo a empresarios estadounidenses con potencial para expandirse en el extranjero.

“Ciertamente tocaremos la puerta del gobierno de Biden para hablar acerca de algunas de las políticas que consideramos que pueden ser especialmente útiles”, dijo Moses, y agregó que también será importante verificar que se cumplan los compromisos.

Dinámica evolutiva

En toda la región, el gobierno de Biden debería comenzar a reconectarse con las partes interesadas de inmediato para reconstruir las relaciones y restablecer las alianzas sobre la acción climática, dijo Carolina Herrera, quien administra las finanzas verdes y las actividades sobre cambio climático en América Latina del Natural Resources Defense Council (NRDC). La familiaridad de Biden con la región será una ventaja, afirmó. Sin embargo, el nuevo equipo deberá ponerse al día con los cambios en los mercados y las prioridades. “La dinámica está en continua evolución”, agregó.

Herrera es coautora de un reciente artículo en el que se destacan algunas de las medidas positivas que Chile, Colombia y Costa Rica adoptaron en materia de cambio climático el año pasado, así como algunos de los reveses en Brasil y México (“Latin America’s 2020 Climate Leaders and Laggards”). Las autoras instaron al nuevo gobierno estadounidense a “poner el cambio climático como eje de su compromiso con los países de la región a fin de apoyar a los líderes, a medida que progresan en materia de clima, y a alentar a los rezagados a cambiar el rumbo”.

En una entrevista, Herrera señaló que el apoyo de Estados Unidos podría tomar diferentes formas, incluido el financiamiento, la asistencia técnica o la creación de capacidad para la investigación y el desarrollo, y ponerse en marcha a través de diferentes organismos como la Corporación Financiera Internacional para el Desarrollo o la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional. Una característica clave de ese apoyo, dijo, es que debe orientarse a las prioridades de cada país. “No puede ser algo que sea igual para todos”.

La expansión de la energía limpia o el desarrollo de la resiliencia climática pueden incorporarse a objetivos más amplios, señaló Herrera. Por ejemplo, en México, donde el gobierno prioriza la reducción de la pobreza, la energía solar podría ayudar a asegurar el acceso a la electricidad en comunidades de bajos ingresos.

Asimismo, dijo, las inversiones verdes en Centroamérica podrían ayudar a esa región a recuperarse económicamente de los efectos de la pandemia y los huracanes de noviembre, y al mismo tiempo fortalecer la resiliencia climática. Según Herrera, las soluciones basadas en la naturaleza, como promover un mejor uso de la tierra y desalentar la deforestación, podrían formar parte de este enfoque.

Los latinoamericanos tienden a estar de acuerdo con la acción climática, dijo, porque ya están sintiendo el impacto del cambio climático y reconocen que este puede rezagar el desarrollo de los países.

“Las encuestas han demostrado que los ciudadanos ven al cambio climático como una de las amenazas claves de la región”, dijo. “Por lo general, consideramos que hay una predisposición favorable hacia diferentes tipos de inversiones verdes y una recuperación verde, si la política exterior de Estados Unidos empieza a liderar esto”.

Alianzas confiables

El gobierno de Estados Unidos puede establecer alianzas claves con una amplia variedad de actores, incluidos organismos de gobierno, universidades y el sector privado, para ayudar a otros países a reflexionar más estratégicamente acerca de la mejor forma de lograr sus objetivos energéticos, señaló Daniel Kammen, profesor de energía en la Universidad de California, Berkeley y presidente del Grupo de Energía y Recursos de la misma. Él mismo brindó este tipo de apoyo, incluyendo capacitación técnica y modelado de redes, en varios países de América Latina, incluso como experto de la ECPA durante el gobierno de Obama.

En la actualidad, un tema viable de cooperación es la integración de las energías renovables y el almacenamiento de energía a gran escala, dijo Kammen. “Se trata de energía limpia a escala de gigavatios, respaldada mediante energía hidroeléctrica confiable o almacenamiento de energía, dependiendo del nivel de la economía. Para estos temas, una alianza confiable con Estados Unidos es fundamental porque muchas de estas tecnologías no se fabrican en América Latina”, dijo.

Países como Argentina, Brasil y México están bien posicionados para convertirse en importantes fabricantes de equipos de energía renovable, pero aun los países que importan paneles solares o aerogeneradores pueden sumar puestos de empleo en sectores tales como los de finanzas, instalación y administración, dijo.

Kammen estima que el gasto federal estadounidense en la transición energética, que se prevé alcanzará los dos billones de dólares en los próximos cuatro años, estimulará una considerable generación de empleo tanto en Estados Unidos como en el extranjero y alentará aún más la inversión del sector privado. “Han estado esperando claridad acerca de la política climática durante mucho tiempo”, dijo.

Los potenciales beneficios para la región se extenderán mucho más allá de la energía sostenible, según Kammen. “Se trata mucho más de buenas prácticas comerciales en las Américas, y creo que lo veremos en el Departamento de Estado”, dijo.

Anders Beal, del Wilson Center, espera que el gobierno de Biden le dé un “gran impulso a la diplomacia comercial” en la región, en parte para aumentar la competencia con China, que ha logrado avances significativos en sectores tales como el de los autobuses eléctricos, pero también para crear más oportunidades de mercado para las exportaciones estadounidenses.

Invertir en la acción climática también tiene sentido por razones de seguridad nacional, dijo Beal. En el caso de Centroamérica, por ejemplo, “se espera que la cantidad de refugiados climáticos aumente drásticamente”, impulsando más migración hacia el norte.

Las enormes inversiones chinas en la región han planteado otras preocupaciones de seguridad, dijo Beal, como el acceso a los recursos de litio, cuyo uso es fundamental para los vehículos eléctricos y el almacenamiento de energía limpia. “No se trata solamente de relaciones económicas, es un enfoque basado en la seguridad mediante el cual se analiza la manera en la que Sudamérica en particular puede desempeñar un papel activo que ayude a darle forma a nuestra propia transición energética en Estados Unidos”, dijo.

Una transición justa

Varios de los expertos entrevistados destacaron la importancia de garantizar que la transición energética cree buenos empleos y mejore la vida de las personas.

En algunos círculos, dijo Mena, el cambio climático es visto como “un problema de los ricos”, cuando en realidad son las personas de menores ingresos las que tienden a padecer sus peores efectos. Las personas con mayores recursos pueden perder algunas posesiones en un huracán, pero los pobres pueden perderlo todo.

Así como la pandemia del Covid-19 ha perjudicado de manera desproporcionada a los pobres, “el cambio climático reproducirá esas mismas estructuras de desigualdad”, dijo Mena. Es por ello que es esencial abordar los problemas de adaptación, dijo. “La lucha contra la desigualdad es una de las mejores formas de adaptación con las que podríamos contar para darle una respuesta al cambio climático”, agregó.

A pesar de la polarización política en Estados Unidos, Beal y Mena consideran que es posible encontrar aspectos en común en medidas como la promoción de la eficiencia energética, el establecimiento de programas de climatización, el aumento de la fabricación de vehículos eléctricos o aerogeneradores o la inversión en infraestructura más resiliente para los agricultores del Medio Oeste.

Estas medidas tendrían un «enorme efecto multiplicador» en la economía y «deberían contar con el apoyo de ambos partidos en un momento en el que realmente atravesamos una crisis económica en este período», dijo Beal. Enfatizó que también es importante desarrollar planes sólidos de capacitación y desarrollo de la fuerza laboral a fin de apoyar a trabajadores desplazados por nuevas tecnologías.

“Es necesario que haya un diálogo más eficaz, mensajes más eficaces sobre por qué Estados Unidos está haciendo esto, en términos de beneficios económicos, en términos de beneficios para la seguridad nacional y en términos de beneficios a largo plazo para toda la humanidad”, dijo Beal. “Tenemos que hacer todo esto en los próximos 10 años o perdemos”, agregó.