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Sequía y energía hidroeléctrica en el Paraná

jueves, diciembre 16, 2021
La sequía ha puesto a prueba los sistemas que dependen en gran medida de la generación hidroeléctrica, como es el caso particular de la cuenca del río Paraná en el sureste de Brasil. El suministro de electricidad no se ha interrumpido, pero los embalses donde se genera esa electricidad están en niveles peligrosamente bajos, mientras que los precios y el consumo de combustibles fósiles continúan en aumento.

 

En septiembre, el Presidente Jair Bolsonaro pidió a los brasileños que, en la medida de lo posible, dejaran de utilizar los ascensores y que se ducharan con agua fría, con el objetivo de ahorrar electricidad. En un discurso pronunciado en agosto, el Ministro de Minas y Energía Bento Alburquerque dijo que el volumen de pérdidas en el sector hidroenergético debido a la sequía era equivalente a cinco meses de consumo en Río de Janeiro. Agregó que había girado instrucciones a las entidades federales para que redujeran su consumo de electricidad en un 20%.

Ahora que comienza el verano —y con él las lluvias— en Brasil y los países vecinos, la duda es si habrá la suficiente precipitación para que los embalses recuperen sus niveles normales o si continuará la sequía.

Cierto es que Sudamérica no es ajena a la sequía, pues ya sea El Niño o La Niña le hacen sufrir sus caprichos meteorológicos con cierta periodicidad. Por lo general, La Niña trae niveles anormalmente bajos de lluvia en la cuenca del Paraná, pero los últimos dos años han sido bastante secos. 

Cuando un sistema se apoya en gran medida en la energía hidroeléctrica, la lluvia es esencial; y cuando ésta es impredecible, no puede esperarse que el mercado energético se mantenga estable, aseguró Frederico Boschin, jefe de la consultoría Noale Energía, en Porto Alegre, Brasil. Durante mucho tiempo se ha dado por sentado que siempre lloverá en Brasil y que el agua podrá ser almacenada en su extenso sistema de embalses, afirmó Boschin; pero ahora todo es incierto, debido a la sequía recurrente. Agregó que la situación “no es catastrófica”, pero sí preocupante. 

En una entrevista, Boschin dijo que el mercado eléctrico de Brasil “se basa en premisas que deben ser replanteadas”.

Cuenca del Paraná.

Si bien la sequía ha afectado a grandes extensiones de Sudamérica este año —con graves consecuencias para la agricultura, el transporte marítimo y otros sectores—, sus efectos en el sector de la generación de electricidad han sido particularmente graves en la cuenca del río Paraná.

El imponente Paraná es el segundo río más grande del continente, precedido por el Amazonas, y se encuentra entre los 10 primeros del mundo en cuanto a volumen de agua. Nace en la región oriental de Brasil, fluye hacia el suroeste pasando por algunos de los estados más poblados del país y continúa su camino atravesando Paraguay y Argentina para desembocar finalmente en el océano Atlántico.

El río Paraná y sus afluentes han sido una importante fuente de energía hidroeléctrica desde la década de 1970. Brasil y Paraguay explotan conjuntamente la planta hidroeléctrica de Itaipú, que es la más grande en la región y la segunda en el mundo. Aguas abajo, Argentina y Paraguay gestionan conjuntamente la planta hidroeléctrica de Yacyretá.

Brasil cuenta con más de 50 enormes presas y embalses a lo largo de la cuenca del Paraná, que en conjunto producen un gran volumen de electricidad y almacenan grandes cantidades de agua. Sin embargo, este año el promedio del nivel de agua almacenada ha descendido a un mínimo sin precedentes de 17%, según indicó Juan Carlos Bertoni, presidente del Instituto Nacional del Agua de Argentina. Y si bien ya se ha recuperado un poco ese nivel hasta llegar al 22%, aún falta mucho para que se reponga el sistema.

Vista aérea de la represa hidroeléctrica de Itaipu en el río Paraná.

Los expertos en agua y energía de Argentina y Brasil se han estado reuniendo con regularidad a través de sus respectivos Ministerios de Asuntos Exteriores, con el fin de seguir de cerca la situación. Aunque los equipos de ambos países no han hablado sobre un porcentaje específico que les gustaría ver en los embalses, Bertoni dijo en una entrevista que debería ser el doble del nivel observado actualmente. Si los embalses “no vuelven a tener en el orden de un 40% como mínimo, yo creo que en el año 2022 podemos estar en problemas”, aseguró Bertoni. 

Brasil vigila muy de cerca el nivel de los embalses. El Operador Nacional del Sistema Eléctrico de ese país publica todos los días datos actualizados de cada una de las cuatro regiones que componen su sistema eléctrico. También publica todos los días las previsiones meteorológicas, consideradas como una fuente de información fiable; pero dado que la lluvia es tan importante para todas las regiones, las empresas encargadas de la comercialización de la energía en Brasil cuentan también con meteorólogos en sus plantillas, según Frederico Boschin. 

Como consecuencia de la falta de lluvia durante la mayor parte de este año, Brasil ha tenido que recurrir más a la energía térmica, cuya producción es más costosa que la hidroeléctrica. Las centrales térmicas, que deberían funcionar sólo en períodos de alta demanda, han estado funcionando sin parar a fin de satisfacer la demanda, lo que ha provocado que los clientes vean recargos por combustible en sus facturas de electricidad, agregó Boschin. 

Además, dijo, el mercado spot de la energía ha sido “una locura”, que a veces fluctúa muchísimo de una semana a otra, dependiendo de la lluvia. Ante esa volatilidad, el mercado experimenta dificultades para determinar el costo de la energía, dijo Boschin; lo cual hace que los proveedores sean reacios a ofrecer contratos de largo plazo. Los grandes clientes industriales que compran directamente de las empresas generadoras enfrentan, en consecuencia, complicaciones en su planificación y dificultades para conseguir capital de inversión.

 

Países vecinos

 

Zona de la triple frontera que conecta Paraguay, Argentina y Brasil, donde convergen los ríos Iguazú y Paraná.

Los efectos de la sequía en el sector energético se han sentido en menor medida en Paraguay y Argentina. Aunque Paraguay depende totalmente de la energía hidroeléctrica, logra producir más de la que necesita y no ha tenido que enfrentar escasez, según varios expertos en energía. Sin embargo, otros sectores de la economía paraguaya se han visto muy afectados, sobre todo porque el río Paraguay, que fluye por el centro del país y se conecta con el Paraná en Corrientes (Argentina), también ha padecido por la severa sequía este año.

En Argentina, la energía hidroeléctrica ha perdido importancia en la cesta energética no precisamente por la sequía, sino por la falta de inversión en plantas nuevas, según afirmó Gerardo Rabinovich, director de Empresa Mendocina de Energía (EMESA).

Un mayor porcentaje de la electricidad que consume el país se genera más bien con gas natural; y en años recientes se han agregado las energías eólica y solar. Esos factores, combinados con una menor demanda ocasionada por la actual recesión económica, han hecho posible que Argentina haya podido absorber la pérdida de cerca de la mitad de su generación de electricidad de la planta de Yacyretá la mayor parte del año, dijo Rabinovich en una entrevista. De hecho, agregó, Argentina se ha visto beneficiada económicamente de esta situación porque ha podido exportar energía a Brasil en los últimos meses, sobre todo gas natural pero también ciertas cantidades de gasóleo y combustóleo. “Eso ha significado por ahora un ingreso importante para la Argentina”, dijo Rabinovich. 

En su opinión, cuanto más dependan los países de la energía hidroeléctrica y otras fuentes renovables, mejor será. No obstante, le gustaría que los diferentes sistemas eléctricos del Cono Sur, así como las plantas de Yacyretá e Itaipú, estuviesen más interconectados, para que así los países pudiesen ayudarse mutuamente para suplir las carencias cuando fuese necesario. “Un sistema con mayor densidad de interconexión, con mayor integración eléctrica regional, podría afrontar mejor estos problemas”, agregó Rabinovich.

Al igual que Argentina, Uruguay ha estado exportando energía recientemente a su colosal vecino del norte. Rafael Terra, cuyo trabajo en la Universidad de la República se centra en la interfaz entre el clima y la energía, así como el clima y la agricultura, explicó que las centrales eléctricas del país que funcionan con combustibles fósiles han aumentado su producción este año para poder vender más a Brasil.

Granjas eólicas en la frontera Brasil-Uruguay.

En los últimos años, Uruguay ha podido dejar de usar los combustibles fósiles casi por completo y utilizar las centrales térmicas solo en caso de necesidad. En la actualidad, aseveró Rafael Terra, los combustibles fósiles representan un 5% de la producción de electricidad anual en promedio. Sin embargo, este año esa cifra se acerca al 20% a pesar de que Uruguay ha generado más electricidad a partir de fuentes renovables que la que consume. El excedente lo vende a Brasil, que ha estado dispuesto a pagar precios elevados en subastas semanales, según Terra.

Uruguay, que cuenta con presas hidroeléctricas en el río Uruguay y en Río Negro, ha experimentado períodos de lluvia y sequía en los últimos meses, pero no ha tenido una sequía tan severa ni prolongada como la que se ha visto en la cuenca del río Paraná. Sin embargo, en el pasado sí ha habido sequías. Terra dijo que el principal factor, aunque no el único, es el efecto de La Niña, que forma parte del patrón climático observado en el océano Pacífico tropical, que los científicos denominan El Niño/Oscilación del Sur (ENSO). Según Terra, la comunidad de científicos no ha llegado todavía a un consenso sobre si existe un vínculo entre el ENSO y el cambio climático. 

Independientemente de la causa de estos patrones, dijo, fue importante para el país estar mejor preparado para soportar las sequías periódicas. Hace dos décadas, Uruguay dependía completamente de la energía hidroeléctrica, lo que significaba que si bajaban los niveles de agua, tenía que cubrir cualquier deficiencia importando combustibles fósiles, a costa de hasta un 5% del PIB.

El haber apostado por energías renovables no hidroeléctricas, especialmente la eólica, fue la forma de hacer frente a tres cuestiones importantes: los objetivos medioambientales, las preocupaciones económicas y la autonomía energética del país, afirmó Rafael Terra. “No es que seamos mejores que nadie, pero todos los incentivos estaban alineados”, dijo.

Hoy día, descontando el repunte observado en la generación de combustibles fósiles, las energías eólica e hidráulica representan cada una cerca del 40% de la producción de electricidad en Uruguay, seguida por la biomasa, con un 10%, y la energía solar y combustibles fósiles, con un 5% cada una.

No obstante que Brasil es un país mucho más grande con características geográficas diferentes y un sistema eléctrico también diferente, Rafael Terra cree que los gobiernos federal y estatales de ese país podrían aprender una que otra cosa de Uruguay sobre la resiliencia. “Cuanto más diversidad tenés, más herramientas tenés para llenar los agujeros”, aseguró.

 

Cisternas de gran tamaño

 

Hidroeléctrica de Itaipu entre Brasil y Paraguay.

A partir de la década de 1970, tres factores importantes han contribuido a configurar el comportamiento observado hoy en la cuenca del Paraná, según Juan Carlos Bertoni, presidente del Instituto Nacional del Agua de Argentina. Uno de ellos fue la deforestación generalizada; otro fue un aumento en la precipitación anual durante más de tres décadas; y otro más fue la construcción de un extenso sistema de presas a lo largo del río Paraná y sus afluentes.

Muchos podrían suponer que todas esas presas han provocado el descenso de los caudales observados hoy; pero lo cierto es que ocurre todo lo contrario, afirmó Bertoni, que también es profesor de hidrología y procesos hidráulicos en la Universidad Nacional de Córdoba. Los embalses que almacenan agua para generar electricidad funcionan de forma parecida a las cisternas de los edificios, dijo Bertoni, pues permiten garantizar que haya cierta cantidad de agua disponible en los grifos aunque disminuyan temporalmente los niveles. Cuando baja el nivel del caudal del río se puede liberar más agua de los embalses para mantener las turbinas funcionando. Eso permite que el caudal se mantenga en un nivel más estable.

Antes de la construcción de las presas, el nivel del agua a lo largo de la cuenca del Paraná solía tener fluctuaciones importantes de un año a otro. Según los registros históricos, los niveles más bajos se registraron en 1944. Sin embargo, por muy grande que sea la capacidad del embalse, no será suficiente si deja de llover por mucho tiempo. Y eso es precisamente lo que ha estado ocurriendo en los últimos dos años, señaló Bertoni.

En los últimos meses, Brasil ha vertido importantes cantidades de agua en los ríos, lo que ha evitado que el caudal baje a los niveles de 1944, pero en términos relativos ha dejado poca agua en los embalses. Esto es como dejar las luces encendidas por ahora y apostar a que lloverá en el verano, o como jugar a la ruleta rusa, señaló Bertoni. “Hasta el momento no salió la bala”, agregó.


Imagen de portada: vista aérea del río Paraná.