Es indiscutible que este acuerdo es vital para el planeta. El acuerdo sienta las bases para poder crear comunidades y economías más resilientes. El acuerdo también ayudará a movilizar nuevas inversiones en sectores claves como la energía limpia, que a la vez de ayudar a mitigar el cambio climático traerán importantes beneficios locales.
Si bien la región es responsable por sólo el 10 por ciento de las emisiones de efecto invernadero, gran parte de su territorio está expuesto al alza de temperaturas. Ante este panorama, representantes de varios países -entre los cuales se destaca Perú- asumieron un papel proactivo durante las negociaciones que precedieron el acuerdo. El liderazgo de estos países fue clave para avanzar las discusiones al construir puentes entre países en desarrollo y países desarrollados, manifestando su voluntad de tomar acción y reiterando que la región es también parte de la solución climática.
Latinoamérica ya es de hecho, una fuente de soluciones climáticas. Actualmente existen numerosos ejemplos de medidas que hacen frente a las emisiones de gases de efecto invernadero: el sistema de buses de transito rápido de Bogotá, las hipotecas verdes de México o el sistema de pagos por servicios ambientales de Costa Rica. Por lo tanto, este Acuerdo permitirá el despliegue de más soluciones de esta naturaleza, que a su vez tienen la capacidad de responder a las necesidades de desarrollo sostenible de la región.
A continuación los frentes que afectan a América Latina, según acuerdo logrado en París en diciembre de 2015 y que impulsarán la implementación de nuevas prácticas sostenibles:
Reducciones de emisiones que se profundizarán con el tiempo. El acuerdo establece un mecanismo mediante el cual los países deberán reevaluar y profundizar sus compromisos climáticos cada cinco años. Para Latinoamérica es un paso crítico en la lucha contra el cambio climático. Según la ONG Germanwatch, entre los años de 1995 y 2014, tres países de la región estuvieron ubicados entre los 10 países a los que más fuerte había golpeado el clima extremo, siendo Honduras el más afectado. Los países andinos también se encuentran vulnerables a los efectos del descongelamiento de los glaciares. El Banco Mundial estimó que si las temperaturas aumentaban más de los dos grados centígrados, más del 90% de los glaciares se descongelarían.
Un nuevo compromiso con la adaptación. En una región donde el 61 por ciento de sus habitantes reconoce que el cambio climático es la amenaza global más grave, y cerca de 600 millones de personas residen en zonas o dependen de sectores económicos como agricultura, pesca y turismo que son altamente vulnerables al cambio climático, este componente resulta clave. El Acuerdo pone la adaptación y la urgencia de identificar y financiar respuestas a los impactos del cambio climático como prioridad. El pacto de París señala que antes de 2025, los países deberán acordar una meta de al menos US$100.000 millones anuales que los países ricos proveerán a los más pobres en su lucha contra el cambio climático.
Transición hacia economías bajas en carbono. El Pacto facilitará la movilización de nuevas inversiones en el sector energético. América Latina, con sus abundantes recursos renovables, es considerada una región bastante atractiva para la inversión en energía limpia. Según Bloomberg New Energy Finance, cuatro de los diez países con mayor proyección para la inversión en energía limpia se encuentran en Latinoamérica: Brasil, Chile, México y Uruguay. En conjunto, en el año 2014 estos cuatro países vieron un total de USD 23 mil millones en inversiones de energía limpia.
Un incremento en estas inversiones significaría más empleos, mejoras en la salud pública y ahorros en gastos energéticos. Un estudio realizado por el New Climate Institute revela que Chile podría ahorrar USD 5.300 millones cada año en combustibles fósiles, evitar unas 1.500 muertes en Santiago debidas a la contaminación del aire y crear 11.000 empleos verdes si inicia una trayectoria hacia cien por ciento energía renovable.
Este histórico acuerdo es vinculante, ya que los países están obligados a monitorear y mejorar sus contribuciones de reducción de gases de efecto invernadero cada cinco años. El objetivo fijado es lograr que la temperatura media global se estabilice “muy por debajo” de los 2 grados Celsius respecto de los niveles preindustriales y esforzarse para que no suba más de 1,5 grados Celsius. Hay tiempo hasta abril de 2017 para ratificarlo y con que el 55 por ciento de los países lo haga –y que las emisiones equivalgan al 55 por ciento de gases contaminantes globales-el acuerdo comenzará a regir a partir de 2020.
Si bien los consensuado por este Acuerdo sienta las bases para un futuro más esperanzador, deja a su vez varios desafíos para la región, cuya vulnerabilidad ante el cambio climático y disponibilidad limitada de recursos, es evidente.