Mottley instó a los países a cerrar las brechas elementales relacionadas con la mitigación, la adaptación y las finanzas a fin de cumplir con las promesas del Acuerdo de París de 2015.
La insuficiencia de los fondos otorgados para el clima a los pequeños estados insulares en desarrollo y la falta de resarcimiento de las pérdidas y los daños provocados por los fenómenos climáticos «se mide en vidas y medios de subsistencia en nuestras comunidades», dijo. «Esto es inmoral e injusto».
Mottley imploró a los líderes mundiales a tomar la iniciativa y, por el bien de sus propios ciudadanos, empeñarse en limitar el calentamiento global a 1,5° Celsius por encima de los niveles preindustriales.
Los actuales compromisos climáticos de los países, denominados contribuciones determinadas a nivel nacional (conocidos como NDC, por el acrónimo en inglés), han encaminado al planeta hacia los 2,7° Celsius, dijo Mottley. Aun con compromisos más ambiciosos, es probable que el calentamiento alcance los 2° Celsius. Haciéndose eco de una frase del Secretario General de la ONU, afirmó que sería una «sentencia de muerte» para muchos pequeños estados insulares.
«Para los que pueden ver con los ojos, para los que pueden escuchar con los oídos y para los que pueden sentir con el corazón, 1,5 es lo que necesitamos para sobrevivir», dijo.
Mottley no fue la única que envió una señal de alerta cuando comenzó la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) que se extendió durante dos semanas. El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, fue muy enfático.
«Ya basta de tratar a la naturaleza como un retrete. Basta de quemar, perforar y minar nuestro camino más profundo. Estamos cavando nuestras propias tumbas», advirtió.
Los presidentes, los primeros ministros y la realeza compartieron el mismo grado de urgencia. «El tiempo se ha literalmente agotado», afirmó el príncipe Carlos de Gran Bretaña, quien señaló que es necesario «ponerse en pie de guerra» para combatir el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad. El reloj del apocalipsis está avanzando, dijo el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, y falta «un minuto para la medianoche».
«Si no nos tomamos en serio el cambio climático hoy, será demasiado tarde para que nuestros hijos lo hagan mañana», concluyó.
Por su parte Txai Suruí, una mujer indígena de 24 años proveniente de la Amazonía brasileña, lo dijo de esta manera: «La Tierra está hablando. Nos dice que no tenemos más tiempo».
Pronunciándose en inglés con un tono mesurado, se presentó ante los líderes mundiales que se habían congregado para la ceremonia de apertura, y describió las consecuencias del calentamiento del planeta. «Los animales están desapareciendo, los ríos están muriendo y nuestras plantas no florecen como antes», dijo.
Hizo un exhorto por un camino diferente y cambios mundiales sin demora. «No es 2030 o 2050. Es ahora».
Durante los dos días de la Cumbre de líderes mundiales que dio inicio a la COP26, varios jerarcas de países en los que los desastres relacionados con el clima tuvieron graves efectos le recordaron al mundo el costo humano.
Dos años después de que el huracán Dorian arrasara dos de las islas que forman parte de Las Bahamas, todavía no se sabe exactamente cuántas personas perdieron la vida, dijo el primer ministro Philip Davis. «Algunas personas todavía tiemblan con la primera gota de lluvia», agregó.
Sin financiamiento ni apoyo para reconstruir la resiliencia, «estaremos a la merced de los futuros huracanes Dorians», dijo Davis. «Más de mi gente morirá».
El Presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, dijo que entre 1970 y 2020 su país registró 82 desastres naturales —67 de ellos fueron resultado de la influencia de los efectos del cambio climático— que dejaron un saldo aproximado de 22.000 personas fallecidas y otras 11.000 desaparecidas. Mucha más gente perdió todo lo que tenía y muchos se vieron obligados a emigrar, dijo.
El año pasado, los huracanes Eta e Iota azotaron Honduras con dos semanas de diferencia y causaron daños por US$210 millones, equivalentes al 9,2% del PIB del país, dijo Hernández, y agregó que las sequías de los últimos años también han traído pérdidas catastróficas. «¿Cómo podemos prosperar entonces como quisiéramos, si cada año, nuestros avances económicos y desarrollo social son consumidos por la emergencia ambiental?», preguntó.
A veces el impacto es más gradual. Tómese el ejemplo de la barrera de arrecifes de Belice, superada en tamaño solo por la de Australia. El blanqueamiento de los corales causado por el cambio climático de índole antropogénica amenaza no solo a este sitio mismo del Patrimonio Mundial de la UNESCO, sino también a la economía en un sentido más amplio, explicó el primer ministro de Belice, Johnny Briceño.
Agregó que «para Belice, la barrera de arrecifes es más que una belleza mundial. También le brinda sustento a nuestra cultura y a nuestra industria turística, aportando aproximadamente el 40% de nuestro producto interno bruto».
Si los países fueran empresas privadas y sus líderes los directores ejecutivos, hoy quedarían todos despedidos y en quiebra por su desempeño en materia climática, dijo el Presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado. «¿Por qué? Porque estamos fuera de rumbo. No estamos dando resultados».
El Presidente del Ecuador, Guillermo Lasso, dijo que este es el momento para «una acción global basada en el multilateralismo fuerte y renovado».
Por su parte, el Presidente de Colombia, Iván Duque, dijo que los países deben ser claros al determinar que cumplirán con sus compromisos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y no retroceder. El objetivo de 1,5° «no es negociable», dijo.
Fueron 18 los jefes de gobierno de Norte, Centro y Sudamérica y el Caribe los que hablaron en la cumbre. Sin embargo, fue notoria la ausencia de los presidentes de las dos economías más grandes de América Latina —Brasil y México—, al igual que las de China, Rusia y varios países del G-20. Se prevé que las negociaciones entre los delegados de la COP26 concluirán esta semana.
Durante la cumbre, los líderes se turnaron para exigir que los países desarrollados den un paso al frente y cumplan con sus compromisos de larga data —pero que aún no se han materializado— de otorgar conjuntamente un financiamiento climático anual de US$100 mil millones en apoyo a los países en desarrollo.
Al pronunciarse en nombre de la Alianza de Pequeños Estados Insulares, el Primer Ministro Gaston Browne, de Antigua y Barbuda, afirmó que en realidad el financiamiento climático para estos países vulnerables había disminuido en más de US$600 millones entre 2018 y 2019. También hizo un llamado a una atención más centrada en materia de pérdidas y daños relacionados con el clima.
«En caso de que no se establezca un mecanismo formal de resarcimiento de pérdidas y daños, los países miembros de las Naciones Unidas pueden prepararse para acudir a la justicia ante los organismos internacionales que correspondan», dijo.
Los primeros ministros Philip J. Pierre, de Santa Lucía, Keith Rowley, de Trinidad y Tobago, y Andrew Holness, de Jamaica, figuraron entre los líderes del Caribe que destacaron la importancia del financiamiento de las pérdidas y los daños, un aspecto que, según Pierre, debería ser considerado como «un pilar distintivo de la acción y el apoyo climático». Afirmaron que el financiamiento climático no debería abordar solamente las labores de mitigación para reducir las emisiones, sino también las medidas de adaptación para ajustarse a los efectos del cambio climático.
«Si queremos tener alguna chance realista de cumplir con nuestras ambiciones climáticas», dijo Holness, «necesitamos un financiamiento que sea predecible, menos fragmentado y al que sea más fácil acceder».
Rowley señaló que «la movilización del financiamiento privado también será fundamental para asegurar la inversión que se necesita con urgencia, particularmente para la transformación de nuestros sectores energéticos».
El Presidente de la Argentina, Alberto Fernández, hizo un llamado a la «solidaridad ambiental» y nuevos enfoques financieros para lograr las transformaciones necesarias. «Debemos crear mecanismos de pagos por servicios ecosistémicos, canje de deuda por acción climática e instalar el concepto de deuda ambiental», dijo.
El Presidente de Bolivia, Luis Arce, opina que la responsabilidad de actuar recae en los países desarrollados. Dijo que deben lograr reducciones reales e inmediatas de las emisiones de carbono, cambiar sus modelos económicos basados en el consumo ilimitado y cumplir con sus responsabilidades en cuanto a la transferencia de recursos financieros y medios de implementación a los países en desarrollo.
Las naciones más ricas del mundo como el Reino Unido pueden y deben «detener el reloj del apocalipsis» y «ser realistas con respecto al carbón, los automóviles, el dinero y los árboles», dijo el Primer Ministro Johnson.
«Al observar la revolución industrial verde que hoy en día es indispensable en todo el mundo, en el mundo desarrollado debemos reconocer la responsabilidad especial que tenemos de ayudar a todos los demás a hacerlo», argumentó. Johnson señaló que Glasgow fue el lugar en el que, hace 250 años, James Watt inventó una máquina impulsada con vapor producido mediante la quema de carbón. «Sí, estimados amigos, los hemos traído al mismo lugar en el que la máquina del apocalipsis comenzó a funcionar», dijo.
En sus comentarios, el Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, enfatizó que esta es una «década decisiva» en la que el mundo debe estar a la altura de la tarea de abordar el cambio climático y aprovechar las oportunidades de un futuro equitativo y de energía limpia. Estados Unidos se propone liderar «con el poder de nuestro ejemplo», dijo, aunque reconoció que no siempre lo ha hecho.
«Es por eso que mi administración está trabajando horas extras para demostrar que nuestro compromiso climático es acción, no palabras», dijo.
El primer ministro Pierre Trudeau, de Canadá, señaló que su país ya le ha asignado un precio significativo a la contaminación. La intención es «limitar las emisiones del sector del petróleo y el gas hoy y garantizar que disminuyan mañana al ritmo y la escala necesarios para llegar a emisiones netas de valor cero a 2050».
«No es una tarea fácil para uno de los principales países productores de petróleo y gas», agregó.
El Presidente de Guyana, Mohammed Irfaan Ali, dijo que, si bien su país se ha convertido recientemente en un productor de petróleo, «apoyamos la eliminación de los subsidios a la producción de combustibles fósiles y abogamos por un fuerte mercado mundial del carbono». También destacó el papel que desempeñan los bosques de su país en la lucha contra el cambio climático.
«Mantendremos nuestros bosques —casi tan grandes como Inglaterra y Escocia, capaces de almacenar 20 gigatoneladas de carbono— como un activo mundial», dijo Ali.
Mientras tanto, los presidentes Laurentino Cortizo, de Panamá, y Chandrikapersad Santokhi, de Surinam, señalaron que sus países son carbono negativos, gracias a su extensa cubierta forestal.
«Muchos de los líderes mundiales en esta cumbre han compartido los planes de sus países para lograr ser carbono neutrales para el 2030, algunos para el 2050» afirmó Cortizo. «Nosotros en Panamá ya logramos ser carbono negativo. Es decir, los bosques de Panamá absorben más carbono del que emitimos como país».
Santokhi lo resumió de esta manera: «Vemos nuestro compromiso como una inversión vinculada a la moral, el desarrollo y el ambiente para la cual se deben crear los medios y mecanismos de compensación adecuados para apoyar una transición sostenible hacia una economía verde basada en recursos energéticos renovables».