Para Rigoberto García Ochoa, profesor e investigador del Colegio de la Frontera Norte (Nogales, México), la pobreza energética es aquella situación en la que la gente no puede satisfacer sus necesidades básicas en materia de energía. El acceso a la electricidad es tan solo una parte y dista mucho de ser el único elemento.
“Hay muchas familias que tienen acceso a la electricidad pero no tienen los equipos mínimos necesarios para que tengan una calidad de vida mínimamente adecuada”, afirma Rigoberto García Ochoa, quien tiene un doctorado en Estudios Urbanos y del Medio Ambiente y que ha estudiado ampliamente la pobreza energética en México.
Un factor fundamental para definir el umbral de pobreza energética, afirma García Ochoa, es si la gente se ve obligada a tener que cocinar con leña. Según García Ochoa, cerca de cinco millones de personas en México cocinan solo con leña, lo que la hace la segunda fuente de combustible después del gas natural licuado, más común incluso que la electricidad. Muchas personas que viven en ciudades utilizan leña o carbón para cocinar, agrega el investigador. (Según la Organización Mundial de la Salud, cada año más de cuatro millones de personas en todo el mundo mueren prematuramente debido a enfermedades atribuibles a la contaminación del aire en lugares cerrados debido al uso de combustibles sólidos para cocinar.)
Otro factor que figura en el escenario de la pobreza energética es la comodidad en interiores. En el norte de México, la cuestión es la disponibilidad de sistemas de enfriamiento más que de calefacción, por lo que para determinar si una familia es pobre en materia energética, García Ochoa toma en cuenta si un hogar cuenta con aire acondicionado, ventiladores eléctricos o algún otro sistema de enfriamiento. Considera también el acceso al agua caliente, iluminación adecuada, refrigeradores y otros aparatos domésticos.
Tomando en cuenta estos factores, en 2014 García Ochoa calculó que aproximadamente un tercio de los hogares de México se encontraban en cierto estado de pobreza energética, con diferentes niveles de gravedad. Por el contrario, solo el 1 % de la población carecía de acceso a la electricidad, aunque éste sigue siendo un número importante de personas: cerca de 1.2 millones. García Ochoa se encuentra actualizando esas cifras con los datos disponibles hasta 2016.
La pobreza energética —o escasez de combustibles como a veces se le denomina— es tan solo un aspecto del problema más amplio y multidimensional de la pobreza en general. Este ha sido un tema importante y ampliamente estudiado en muchos países de Europa desde la década de los 70, cuando la primera crisis del petróleo hizo que el costo de la calefacción doméstica estuviese fuera del alcance de muchas personas.
García Ochoa indica que se ha observado un aumento en el interés por el tema en América Latina y el Caribe, lo cual atribuye principalmente a la atención que se presta a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Chile es el país que ha avanzado más en este tema en la región, afirma García Ochoa, al indicar que el Ministerio de Energía de dicho país ha estado colaborando con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el estudio del problema de la pobreza energética y en la elaboración de definiciones que sirvan de guía para el diseño de políticas.
Los días 12 y 13 de abril se llevará a cabo una conferencia sobre pobreza energética en el Colegio de la Frontera Norte, en Ciudad Juárez, México, con el copatrocinio de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y la Universidad Autónoma de Chihuahua. Al evento han sido invitados decenas de oradores, incluidos académicos de Chile y Estados Unidos. Uno de los objetivos, afirma García Ochoa, es formar una red regional en materia de pobreza energética.
A continuación se presentan algunos de los puntos clave expresados por García Ochoa durante la reciente entrevista, en torno al tema de la pobreza energética:
Los Gobiernos deberían considerar la dimensión social del uso de la energía. “Creo que nos hemos enfocado mucho en la parte económica y en la parte ambiental, pero en lo que tiene que ver con la dimensión social se ha dejado atrás”, dijo García Ochoa.
Cuando se enmarca el tema de la energía sostenible solo en términos de los beneficios ambientales, podría considerarse solo como otra carga económica para los países en desarrollo, particularmente dado que no asumen la mayor parte de la responsabilidad del cambio climático, agregó García Ochoa. Sin embargo, si se considerara la energía sostenible más bien como una herramienta para promover el desarrollo humano, afirmó, los países estarían más dispuestos a hacer las inversiones necesarias en beneficio de la población.
Es posible reducir la desigualdad energética y seguir siendo responsable con el ambiente. “Yo estoy convencido de que superar la pobreza energética no tiene por qué afectar al medio ambiente”, dijo García Ochoa. Si centran la atención en los recursos renovables tales como la energía solar y hacen énfasis en la eficiencia energética, afirmó, los países podrían atacar el problema de la pobreza energética sin aumentar considerablemente su aportación a los gases de efecto invernadero.
Según García Ochoa, en la actualidad un estadounidense promedio consume cinco veces más energía que una persona en México, mientras que el promedio de personas en Europa consume de dos a tres veces más que el mexicano promedio. Lo que se pretende no es que los países en desarrollo igualen el consumo per cápita de los países desarrollados, sino que se reduzca la desigualdad y se brinden a todos las oportunidades que conlleva una energía limpia y asequible.
No es posible medir de igual manera la pobreza energética en todos los países. En el sur de Chile, en donde los inviernos son fríos, la falta de calefacción doméstica sería un indicador mucho más importante de la pobreza energética que en un lugar en donde el clima sea más moderado. Deben considerarse también los actores sociales y culturales, afirma García Ochoa; por ejemplo, puede ser que en algunos lugares la gente cocine con leña por elección o costumbre, pero no precisamente porque no puedan comprarse una estufa.
Cuanto mejores sean los datos brutos, más precisa será la imagen que se tenga de la pobreza energética. Los investigadores en este campo suelen carecer de información suficiente para definir los problemas con la precisión que les gustaría. En algunos países desarrollados, los Gobiernos realizan encuestas sumamente detalladas de los hogares y en ellas se muestra no solo si la familia cuenta con un refrigerador, por ejemplo, sino también si el aparato es nuevo y, por lo tanto, cuán eficiente es. Esta información ayuda a que los encargados de formular políticas propongan mejores soluciones a problemas específicos. “Tenemos que trabajar con los datos que tenemos”, afirmó García Ochoa.
No solo es importante tener los mejores datos, sino coordinar mejor las políticas. En otras palabras, afirmó García Ochoa, una entidad de Gobierno que promueva la energía renovable debería colaborar estrechamente con aquellas dependencias dedicadas a la vivienda o la reducción de la pobreza, por ejemplo. Esta coordinación daría lugar a soluciones más creativas, ahorro de recursos y a una promoción más eficaz del desarrollo humano.
Foto portada: Powermundo