Un hecho importante a tener en cuenta: es imposible eliminar los cortes de energía al 100 por ciento, sin importar cuánto dinero o esfuerzo invierta un país en su red eléctrica. Esto es según un informe de consenso denominado «Mejora de la Resiliencia del Sistema Eléctrico de la Nación», emitido el año pasado por las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos.
«A fin de aumentar la resiliencia de la red, la nación no solo debe trabajar en la prevención y reducción del tamaño de las interrupciones, también debe desarrollar estrategias para hacer frente a las interrupciones cuando ocurren, recuperarse rápidamente e incorporar enseñanzas adquiridas en la planificación futura y los esfuerzos de respuesta», afirma el informe.
El Dr. Gary Jackson, consultor independiente en energía en el Caribe, enmarcó el problema de la resiliencia de esta manera: «No se trata solamente de los cables conectados a los postes. Se trata de construir un marco resiliente que permita desarrollar la capacidad de los países de recuperarse en el menor tiempo posible».
De hecho, la recuperación es el núcleo mismo de la resiliencia. El diccionario de la Real Academia Española define resiliencia como “capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido”. La robustez y la elasticidad entran en juego a medida que los países de la región buscan fortalecer sus redes contra las tormentas y reconsiderar la forma en que distribuyen la electricidad para que el sistema eléctrico sea más flexible. (Véase el artículo relacionado en este boletín)
Este no es un tema nuevo, especialmente para la Comunidad del Caribe (CARICOM), pero ha estado ganando fuerza en los últimos años, ya que la frecuencia e intensidad de las tormentas ha incrementado a causa de los efectos del cambio climático.
«Los huracanes del año pasado llamaron la atención de todos», dijo el Dr. Devon Gardner, a cargo del Programa de Energía de la Secretaría de la CARICOM. En una reunión realizada en abril en Guyana, los ministros de energía de los países del Caribe decidieron formar un grupo de trabajo sobre resiliencia energética a fin de centrarse en este aspecto de la preparación para los huracanes. (Véase el recuadro)
En algunos países, las empresas eléctricas han avanzado considerablemente en su capacidad para restablecer la energía después de una tormenta. Por ejemplo, desde que el huracán Iván azotó a Jamaica en 2004, la empresa local Jamaica Public Service Ltd. (JPS) ha logrado reducir su tasa de restauración de seis semanas a una semana y media, según Gardner. Ese es el tiempo estimado que tomaría restaurar los servicios de energía para la gran mayoría de los clientes después de extensos daños.
Lamentablemente, algunos de los avances de la empresa en esta materia fueron el resultado de una amplia experiencia. Según Gardner, las tormentas tropicales y los huracanes han afectado a Jamaica con suficiente frecuencia como para que el personal de JPS haya podido estudiar repetidamente las deficiencias y vulnerabilidades del sistema de energía y realizar correcciones y ajustes después de cada tormenta. La empresa hace una planificación exhaustiva de los desastres, incluyendo ejercicios de simulacro, a fin de anticipar diferentes escenarios. (JPS compartió algunas de sus experiencias con otros estados miembros durante una mesa redonda el pasado mes de octubre, afirmó Gardner).
Las redes eléctricas tradicionales son complejas y están formadas por muchos componentes interconectados que van desde robustas plantas eléctricas centralizadas hasta líneas eléctricas aéreas que pueden dañarse con un fuerte viento.
«Una gran central eléctrica a diesel o fuelóleo es resiliente» dijo Christopher Burgess, del Rocky Mountain Institute (RMI). Sin embargo, agregó, ese sistema no puede proveer electricidad sin líneas de transmisión y distribución, «las cuales son extremadamente vulnerables».
«Quizá su central eléctrica esté en buen estado, pero ¿es realmente resiliente si tiene que esperar meses para volver a estar completamente conectada?» preguntó Burgess, Director de proyecto del Programa de Energía Insular del RMI que trabaja en 13 estados insulares del Caribe para impulsar la transición hacia la energía renovable. Otro punto de vulnerabilidad de la red, dijo Burgess: el suministro de combustible. Si este se interrumpe, como sucedió en Puerto Rico a raíz de Irma y María el año pasado, incluso los generadores que no sufrieron daños sencillamente no pueden operar.
En la actualidad, los debates en torno a la resiliencia de la red a menudo se centran en hacer que los sistemas de energía eléctrica sean menos centralizados, más modulares e incluyan microrredes que proporcionen un nivel adicional de protección (véase el artículo relacionado). Pero en la década de 1980, e incluso en la de 1990, el énfasis estaba en expandir el acceso a la electricidad, y las grandes centrales eléctricas centralizadas eran el camino más rentable, según Devon Gardner de la CARICOM.
En una entrevista telefónica, Gardner se refirió a la forma en la que las prioridades han evolucionado a lo largo de los años. Por ejemplo, una vez logrado el acceso a la electricidad, los siguientes pasos fueron mejorar la confiabilidad, la estabilidad y la calidad reduciendo los apagones y el parpadeo de las luces. A principios de la década de 2000, cuando el cambio climático empezó a tomar un perfil más alto, la energía limpia se convirtió en un nuevo objetivo importante. Posteriormente, con la caída de los precios de las fuentes autóctonas de energía, hubo un auge en la demanda de energía limpia más barata. Ahora, en un momento en el que la tecnología ha mejorado y los retos climáticos son apremiantes, se está prestando más atención a hacer que las redes eléctricas sean más resilientes.
Si bien esto está comenzando a suceder en algunos lugares, se necesitarán recursos significativos para lograrlo a gran escala, según Gardner. Por ejemplo, por sensato que parezcan los cables subterráneos, pueden costar 14 veces más que los cables aéreos, dijo.
El costo que implica mantener un sistema de energía eléctrica tiende a ser de por sí desproporcionadamente alto en los pequeños estados insulares, visto que estos no pueden lograr economías de escala, señaló Gardner. Por otra parte, cada país, sin importar cuán pequeño sea, necesita generar suficiente energía para satisfacer la carga base y la demanda pico, además de tener una generación de respaldo y reservas adicionales de generación a mano para compensar inmediatamente las interrupciones energéticas.
Las redes eléctricas deberían considerarse como una obligación del servicio público similar a las carreteras, dijo Gardner, y las estrategias para aumentar la resiliencia deberían incorporarse en la planificación energética integrada de los países. También hizo hincapié en que las medidas de resiliencia deben ser tratadas como adaptaciones al cambio climático, y por lo tanto elegibles para el financiamiento climático mundial de los países que tienen la mayor responsabilidad por el problema.
En cambio, según Gardner, mejorar la resiliencia de la red generalmente se considera como parte de la responsabilidad de una empresa que debe de invertir en modernización. El problema, dijo, es que este tipo de inversiones se transferirán a los clientes, y esa es una carga muy grande para usuarios que ya están pagando algunas de las tarifas eléctricas más altas del mundo.