Al abordar la Cumbre de las Américas, nuestro hemisferio enfrenta claras opciones. Podemos superar los desafíos compartidos con un propósito común, o podemos permanecer empantanados en los viejos debates del pasado. En beneficio de todos nuestros pueblos, es preciso elegir el futuro.
Con demasiada frecuencia, los Estados Unidos no han mantenido y sostenido una activa participación con nuestros vecinos. Con demasiada facilidad nuestra atención se ha visto atraída por otras prioridades, y no hemos percibido que nuestro progreso está íntimamente vinculado al progreso en todas las Américas. Mi gobierno está comprometido a renovar y mantener una amplia participación entre los Estados Unidos y el hemisferio en aras de nuestra prosperidad y nuestra seguridad común.
Ya hemos empezado a movernos en una nueva dirección. Esta semana hemos modificado la política sobre Cuba que ha fracasado durante décadas sin lograr incrementar la libertad o las oportunidades del pueblo cubano. En particular, la negativa a permitir a los cubanoamericanos visitar o proveer recursos a sus familias en la isla no tiene sentido, particularmente después de años de penurias económicas en Cuba y los devastadores huracanes que han asolado la isla el año pasado. Ahora esta política ha cambiado.
La relación entre Cuba y los Estados Unidos constituye un ejemplo de un debate en las Américas que con demasiada frecuencia se remonta al siglo XX. Para enfrentar nuestra crisis económica, no necesitamos debatir si debemos tener una economía rígida dirigida por el Estado o un capitalismo desenfrenado y no regulado: necesitamos una acción pragmática y responsable que favorezca nuestra prosperidad común. Para combatir la anarquía y la violencia, no necesitamos debatir si debemos culpar a los paramilitares de derecha o los insurgentes de izquierda: necesitamos cooperación práctica para ampliar nuestra seguridad común. Por eso, los líderes de las Américas, desde Santiago a Brasilia y la ciudad de México se concentran en una renovada alianza de las Américas que ponga de relieve aspectos fundamentales como la recuperación económica, la energía y la seguridad.
La crisis económica mundial ha afectado duramente a las Américas, en particular nuestras poblaciones más vulnerables. Están en juego años de progreso en la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Los Estados Unidos están procurando avanzar la prosperidad en el hemisferio revitalizando nuestra propia recuperación. Al hacerlo, contribuiremos a promover el comercio, la inversión, las remesas y el turismo, que proporcionan una base más amplia para la prosperidad en el hemisferio.
También necesitamos recurrir a la acción colectiva. En la Cumbre del G-20, los Estados Unidos se comprometieron a procurar cerca de 500 millones de dólares en asistencia inmediata para las poblaciones vulnerables, trabajando con los socios del G-20 para reservar sustanciales recursos con el objeto de ayudar a los países en estos tiempos difíciles.
Hemos solicitado al Banco Interamericano de Desarrollo que maximice los préstamos para reactivar el flujo de crédito, y esté listo para examinar las necesidades y su capacidad para seguir adelante. Y estamos trabajando para poner en práctica normas del siglo XXI para prevenir los abusos que ocasionaron la crisis actual.
Mientras enfrentamos esta crisis, debemos formar una nueva base para una prosperidad a largo plazo. Nuestro hemisferio posee una plétora de recursos que podrían hacer una energía renovable que fuese abundante y sostenible, creando a la vez empleos para nuestros pueblos.
En el proceso podemos enfrentar el cambio climático que amenaza elevar los niveles del mar en el Caribe, reducir los glaciares de los Andes y desoladoras tormentas en la costa del Golfo de los Estados Unidos. Por eso espero lograr una nueva Alianza de Energía y Clima para las Américas que nos ayudará a aprender unos de otros, compartir tecnologías, ampliar las inversiones y maximizar nuestras ventajas comparativas. Así como avanzamos en nuestra prosperidad común, debemos avanzar en nuestra seguridad común.
Los Estados Unidos respaldarán firmemente el respeto por el estado de derecho, una mejor aplicación de las leyes e instituciones judiciales más vigorosas. La seguridad debe afirmarse a través de nuestro compromiso de asociarnos con quienes están luchando valientemente contra los carteles de la droga, las pandillas y otras redes criminales en todas las Américas. Y nuestros esfuerzos empiezan en nuestro propio país.
Al reducir la demanda de drogas y cercenar el flujo ilícito de armas y el traspaso de dinero hacia el sur a través de nuestras fronteras, podemos avanzar la seguridad en los Estados Unidos y más allá. Y al ir hacia delante, mantendremos un diálogo duradero en el hemisferio para asegurarnos de que estemos aplicando prácticas óptimas, adaptándonos a nuevas amenazas y coordinando nuestros esfuerzos. Por último, la Cumbre proporciona a nuestros líderes democráticamente elegidos de las Américas la oportunidad de reafirmar nuestros valores compartidos.
Cada uno de nuestros países ha seguido su propia trayectoria democrática, pero debemos estar unidos en nuestro compromiso en favor de la libertad, la igualdad y los derechos humanos. Por eso espero con interés el día en que cada país del hemisferio pueda ocupar su lugar en la mesa en forma congruente con la Carta Democrática Interamericana. Y así como los Estados Unidos procuran ese objetivo tendiendo una mano al pueblo cubano, esperamos que todos nuestros amigos del hemisferio se unan en el respaldo a la libertad, la igualdad y los derechos humanos para todos los cubanos.
Esta Cumbre ofrece la oportunidad de un nuevo comienzo. El adelanto de la prosperidad, la seguridad y la libertad de los pueblos de las Américas depende de alianzas del siglo XXI, libres de las posturas del pasado. Ese es el liderazgo y la alianza que los Estados Unidos están dispuestos a proveer.