La 17º Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático concluyó en horas de la mañana del domingo 11 de diciembre, después de más de dos semanas de intensas negociaciones en Durban, Sudáfrica. He regresado a Washington y puedo afirmar que hemos realizado algunos avances importantes. Si bien tengo amplia experiencia en materia de negociaciones climáticas, reconozco lo difícil que es comprender el sentido de los numerosos acuerdos y cómo pueden ayudarnos a enfrentar los retos del cambio climático. Permítanme explicar por qué las negociaciones de Durban son un importante paso hacia adelante.
(1) Por primera vez, acordamos que, para el año 2020, un solo régimen jurídico abarcará a todos los países.
Este es un notable avance en las negociaciones sobre el clima. Durante los últimos 20 años hubo una profunda división entre los países en desarrollo y los países desarrollados cuya mayor expresión fue el Protocolo de Kyoto, en el que todas las obligaciones reales por la reducción de las emisiones recaen en los países desarrollados. Si esto tuvo sentido alguna vez, por cierto no lo tiene hoy en día, cuando las emisiones de China son mucho más grandes que las de Estados Unidos, y se duplicarán antes del final de la década, y donde casi todo el aumento mundial de emisiones proyectadas hacia el futuro provendrá de países en desarrollo.
Desde el inicio del mandato del Presidente Obama, Estados Unidos ha respaldado sistemáticamente un acuerdo mundial que abarcaría a todos los actores principales, sean estos desarrollados o en desarrollo. La denominada “Plataforma de Durban” logra esto mismo, haciendo un llamamiento por un nuevo instrumento jurídico que sea “aplicable a todas las partes”. Éste nos encamina hacia un acuerdo mundial de índole muy diferente, cuyas obligaciones se harán extensivas a los países que son responsables por la gran mayoría de las emisiones mundiales. En cambio, el primer período de Kyoto (2008-2012) aplicó a países con menos de 30 por ciento de las emisiones mundiales y, en el período siguiente, aplicará a países (europeos en su mayoría) que representan menos del 15 por ciento de las emisiones mundiales. No se puede abordar el cambio climático con un acuerdo que deje al margen el 85 por ciento de las emisiones mundiales.
La Plataforma de Durban no parecía estar en el centro de atención cuando la conferencia empezó. Varios factores se combinaron para que esto sucediera. En primer lugar, la Unión Europea se mantuvo firme en su posición de aceptar un segundo período de Kyoto (algo muy deseable para los países en desarrollo) sólo si otros se comprometían a negociar un instrumento jurídico. En segundo lugar, los pequeños estados insulares, que enfrentan lo que ellos consideran una amenaza existencial, impusieron su voz demandando acciones ambiciosas. En tercer lugar, Estados Unidos insistió, como lo hace desde 2009, en que todo lenguaje que exhorte un resultado jurídico aplicara a los países en desarrollo, especialmente a los más grandes. En cuarto lugar, los países en desarrollo más grandes —China, Brasil y Sudáfrica— demostraron flexibilidad en aceptar tal lenguaje desde 2020 en adelante. El camino hacia la “Plataforma de Durban” no fue fácil, pero fue impulsado mediante un esfuerzo conjunto final en el recinto de la sesión plenaria a las cuatro de la mañana del domingo. Estados Unidos propuso un lenguaje que eliminó el obstáculo final para que se lograra el acuerdo.
Con la Plataforma de Durban, un nuevo acuerdo jurídico se negociará a fines de 2015 y se ejecutará a partir de 2020, luego de que lo apruebe el número necesario de países.
(2) Hemos logrado avances en el impulso de los acuerdos alcanzados el año pasado en Cancún para que los países reduzcan sus emisiones desde ahora hasta 2020 y establezcan las instituciones clave de un régimen internacional sobre el clima.
Si bien el acuerdo de Cancún no fue jurídicamente vinculante, tuvo una importancia enorme. Con éste, todos los actores principales se comprometieron a adoptar acciones que reduzcan sus emisiones, establecer un régimen de transparencia para que los países confíen en que otros están actuando y establecer importantes instituciones tales como el Fondo contra el Cambio Climático, un Centro y Red de Tecnología del Clima que fomente las tecnologías verdes y un nuevo Comité de Adaptación. El reto de Durban era lograr que estos elementos entraran en operación, lo cual se logró en gran medida. Redactamos los lineamientos generales del nuevo régimen de transparencia, aprobamos el instrumento que establece el Fondo contra el Cambio Climático y avanzamos en materia de tecnología y adaptación, entre otras cosas. Estas medidas ayudarán a construir la infraestructura climática internacional y serán cruciales para dirigir las acciones encaminadas a la mitigación y el apoyo a la adaptación en los próximos años.
(3) Respuesta a una cortina de humo: no estamos posponiendo las acciones hasta el año 2020.
Escuché a algunas personas preguntar si las fechas establecidas en la Plataforma de Durban significaban que habíamos pospuesto las “verdaderas” acciones en materia de clima hasta 2020. La enfática respuesta es no. Fíjense en los asuntos a los que nos abocaremos en el corto plazo. Primero, en el marco de Cancún, todos los actores más importantes asumieron el compromiso de implementar objetivos o acciones que reduzcan las emisiones desde hoy hasta 2020. Estas son promesas serias. Por lo tanto el primer enfoque de los países que se comprometieron consistirá en adoptar acciones reales en sus países desde ahora. Segundo, tenemos que ejecutar las tareas importantes mediante las que se establecerán las instituciones de Cancún debatidas anteriormente. Tercero, en Copenhague y nuevamente en Cancún los países donantes acordaron movilizar cien mil millones de dólares por año provenientes de fuentes públicas y privadas para 2020, asumiéndose una mitigación y transparencia adecuadas de los países en desarrollo. Desarrollar y ejecutar un plan para realizar esto —uno que dependerá inevitable y ampliamente de la aplicación de medidas públicas que atraigan inversiones privadas— será un emprendimiento de gran escala durante esta década. Cuarto, mientras se ejecuten todas estas tareas para hacer de los acuerdos de Cancún una realidad, precisaremos de una vía paralela a través de la cual trabajaremos en las negociaciones de la nueva Plataforma de Durban para 2015. En resumidas cuentas, la idea de que Durban tendrá por resultado la postergación de las acciones reales refleja la falta de comprensión de lo que acabamos de acordar y los esfuerzos realizados hasta la fecha.
Por lo tanto, el año que viene será importante a medida que sigamos avanzando agresivamente para establecer las instituciones de Cancún y empecemos a lidiar con lo que debería ser un nuevo instrumento jurídico realmente aplicable a todas las partes. Hoy estamos mejor posicionados de lo que la mayoría de la gente hubiera creído posible hace dos semanas.
Este artículo fue publicado por primera vez en el períodico The Huffington Post y en el blog oficial del Departamento de Estado DipNote.