Para Enrique Ortiz, Director Principal de Programas de una organización filantrópica llamada Andes Amazon Fund, un motivo de esperanza fue el «impresionante» acto de tres días celebrado en Belém (Brasil) -denominado Diálogos Amazónicos- que precedió inmediatamente a la reunión de los presidentes.
«La presencia de jóvenes y mujeres indígenas fue masiva», declaró Ortiz en una entrevista con la Alianza de Energía y Clima para las Américas (ECPA) al día siguiente de regresar de Brasil a Washington. Las estimaciones oficiales cifran en más de 25.000 el número de participantes.
Belém, capital del estado brasileño de Pará, acogerá también la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) de 2025. Los Diálogos Amazónicos demostraron que a la ciudad aún le queda «mucho camino por recorrer» para prepararse para acoger a multitudes mucho mayores dentro de dos años, afirmó Ortiz.
El reciente acto reunió a un amplio espectro de personas y brindó la oportunidad de formar nuevas alianzas entre distintas partes del movimiento ecologista que a menudo tienden a operar en sus propios silos, dijo Ortiz. Fue como «un despertar del movimiento», dijo.
«Los jóvenes se están dando cuenta de que ésta es una oportunidad para llamar la atención sobre los problemas de la Amazonia», afirmó.
Ortiz, nacido y criado en Perú, es un ecologista tropical y activista autodefinido que ha fundado varias organizaciones no gubernamentales en sus más de 40 años de trabajo en temas medioambientales. Participó en las mesas redondas de los recientes Diálogos Amazónicos y en otros actos celebrados paralelamente a la cumbre, y se reunió con ministros, gobernadores, financiadores y muchas otras personas.
«Para mí, más importante que la cumbre en sí es lo que ocurría en los cafés, en el exterior, en los bares o en los restaurantes», afirmó. «Ahí es donde se producía la verdadera conexión».
En cuanto al éxito o fracaso de la reunión de presidentes, Ortiz dijo que «todo depende de tus expectativas». Cuando se trata de reuniones internacionales sobre medio ambiente, «la verdad es que no espero demasiado», dijo. «Si tienes pocas expectativas, entonces no te decepcionas tanto», añadió con ironía.
La cumbre produjo una extensa declaración presidencial con 113 puntos sobre una amplia gama de temas, desde la prevención del narcotráfico al fortalecimiento de los derechos humanos o la promoción de programas de adaptación al cambio climático. Sin embargo, no incluyó -como muchos esperaban- objetivos o compromisos firmes sobre cuestiones tan importantes como la reducción de la deforestación o la prohibición de la producción de petróleo y gas en la región.
En su intervención en la cumbre, el Presidente de Colombia, Gustavo Petro, argumentó que no tenía sentido producir hidrocarburos en la región amazónica debido al «doble efecto» causado por la pérdida de bosques y el aumento de las emisiones de dióxido de carbono.
Sin embargo, señaló Ortiz en la entrevista, la propia producción petrolera de Colombia ha ido en aumento, sólo que no en la Amazonia, ya que no es allí donde se encuentran sus principales yacimientos. Es lógico, agregó, que los países con reservas de hidrocarburos dentro de la región amazónica se resistan a una prohibición general, si eso obstaculiza su propio desarrollo.
Ortiz dijo que siempre fue «ilusorio» esperar compromisos concretos sobre estas cuestiones en la Cumbre de la Amazonia, dadas las diferentes realidades geográficas, económicas y políticas que configuran las políticas y decisiones de cada país.
«Ya es bastante bueno que los países vayan a colaborar en estas cuestiones», afirmó.
Ortiz subrayó que es importante pensar en la Amazonia de una manera matizada que reconozca las muchas diferencias existentes en la vasta extensión geográfica. Gran parte de la cobertura de prensa se centra en el concepto de «punto de inflexión», es decir, la idea de que la región amazónica corre el riesgo de cruzar un umbral crítico que provocará un trastorno climático.
Aunque este concepto es sólido desde el punto de vista científico y ha contribuido a llamar la atención sobre los peligros de la deforestación, Ortiz cree que ya no es útil pintar toda la región con una brocha tan ancha. En primer lugar, fomenta una actitud desesperanzada con la sensación de que los problemas son demasiado grandes para resolverlos.
La región está formada por muchos tipos de ecosistemas, como bosques nubosos, bosques de montaña, sabanas y humedales, y cada uno de ellos tiene sus propios problemas y requiere soluciones diferentes.
«La Amazonia no es uniforme en absoluto», afirmó. «Cada sección de la Amazonia tiene realidades distintas, así como necesidades distintas, y hay que tratarlas de forma diferente».
En el sureste de la región amazónica, una zona a menudo denominada «el arco de la deforestación», el punto de inflexión ya es una realidad, dijo Ortiz, y las políticas allí deberían centrarse en la restauración o en un desarrollo adecuado. En otros lugares, las prioridades políticas podrían incluir el reconocimiento legal de las tierras indígenas o la aplicación de las protecciones medioambientales ya existentes.
Aunque aún no se disponga de todas las soluciones a los problemas de la Amazonia, dijo Ortiz, es importante adoptar un enfoque «más constructivo». Los estudios muestran que entre el 17% y el 19% de la región amazónica ha sido deforestada, lo que significa que la enorme extensión de «alfombra verde» permanece intacta en muchos lugares, dijo Ortiz. «Todavía tenemos espacio para trabajar».
Eventos como la Cumbre Amazónica pueden ayudar a concienciar y llamar la atención sobre la región, dijo Ortiz. Es importante no sólo proteger «los pájaros y las orquídeas», dijo, sino reconocer que están en juego personas, culturas y economías.
Si el mundo quiere que la Amazonia sea un depósito de carbono y de biodiversidad, «hay que poner dinero en ella, hay que invertir, hay que apoyar a los países», dijo Ortiz. Se trata de una inversión, no de un gasto, y no es algo que los países amazónicos puedan hacer por sí solos, afirmó.
El 20 de agosto, los ecuatorianos votaron en referéndum a favor de prohibir las perforaciones petrolíferas en un lugar concreto del Parque Nacional Yasuní, en la región amazónica.
Según la prensa, casi el 59% de los ciudadanos votaron a favor de dejar el petróleo bajo tierra en una parcela conocida como Bloque 43, en el referéndum celebrado al mismo tiempo que las elecciones presidenciales. La petrolera estatal Petroecuador produce actualmente casi 60.000 barriles diarios en esa zona y deberá desmantelar esas operaciones en los próximos meses, informó Associated Press (AP).
El Parque Nacional Yasuní alberga a varios pueblos indígenas, entre ellos los tagaeri y taromenane, que viven en aislamiento voluntario. Forma parte de una zona que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) designó reserva mundial de la biosfera en 1989.
En 2007, el entonces presidente Rafael Correa propuso la creación de un fondo fiduciario de 3.600 millones de dólares para compensar a Ecuador por dejar intactas las reservas de petróleo del Bloque 43. Sin embargo, el fondo no consiguió atraer a muchos donantes y, en 2013, Correa dijo que el país seguiría adelante con las prospecciones petrolíferas allí.
Grupos indígenas y ecologistas lanzaron una campaña para convocar un referéndum sobre la cuestión, que se sometió a votación tras casi una década de «batallas legales y obstáculos burocráticos», informó AP. El referéndum sólo abarca el Bloque 43, no otras partes de Yasuní ni la región amazónica ecuatoriana en general, donde se está produciendo petróleo.