Tanto Brasil como Colombia tienen proyectos de energía eólica marina en marcha. El 6 de marzo, la petrolera estatal brasileña Petrobras y la empresa energética noruega Equinor anunciaron la firma de una carta de intención para evaluar la viabilidad técnica, económica y medioambiental de siete proyectos de generación de energía eólica frente a las costas brasileñas.
Según anunciaron conjuntamente las empresas, los proyectos tienen potencial para generar hasta 14,5 gigavatios de energía y podrían ayudar a avanzar la transición energética de Brasil.
Petrobras y Equinor mantienen una asociación desde 2018 para evaluar dos posibles parques eólicos en la frontera costera entre los estados de Río de Janeiro y Espírito Santo. El nuevo acuerdo, que estará vigente hasta 2028, amplía esa asociación para incluir la evaluación de otros cinco emplazamientos en alta mar: tres en el nordeste de Brasil y dos en el sudeste.
En Colombia, la ciudad de Barranquilla planea un proyecto piloto de energía eólica marina que podría generar entre 250 y 500 megavatios que luego se destinarían a la producción de hidrógeno verde.
El pasado 1 de marzo, la Alcaldía anunció haber presentado ante el Ministerio de Minas y Energía los planos del proyecto, que, según dijo, llevará a cabo la empresa público-privada colombiana K-YENA con el apoyo de Copenhagen Infrastructure Partners y la participación de la petrolera nacional Ecopetrol.
Brasil y Colombia han tomado la delantera en la región en lo relativo al desarrollo de estrategias y marcos regulatorios para el desarrollo de la energía eólica marina, según la opinión de varios panelistas que participaron en un acto organizado por el Diálogo Interamericano el pasado mes de septiembre.
Sin embargo, el interés por este sector es generalizado. Mark Leybourne, codirector del Programa de Desarrollo Eólico Marino del Grupo del Banco Mundial, declaró que su institución ha prestado apoyo en este campo a ocho países de la región, entre ellos Brasil, Colombia, Costa Rica y Uruguay.
El Diálogo Interamericano, un «think tank» con sede en Washington D.C., organizó el año pasado un seminario virtual titulado «Energía eólica marina en ALC – Calibrando velocidad y dirección». El video del evento está puede verse aquí.
Señaló que el Banco Mundial también ha respaldado a varios países caribeños en sus esfuerzos por determinar la viabilidad de la energía eólica marina, como Barbados, Jamaica, Santa Lucía y la República Dominicana, y que el Banco de Desarrollo del Caribe también ha estado trabajando en esta cuestión.
América Latina y el Caribe en su conjunto tienen «un potencial de miles de gigavatios» en energía eólica marina, dijo Leybourne. «Algunos países tienen las mejores condiciones eólicas del mundo. El recurso está ahí, está claro».
Eso no significa que la energía eólica marina sea una solución adecuada para todos los países. Como explicaron los expertos del panel, hay muchos factores que entran en juego. En algunos casos, los mejores recursos eólicos están demasiado lejos de donde se necesita la electricidad y el costo de construir nuevas líneas de transmisión volvería prohibitivo el proyecto.
Para algunos países, puede que la eólica marina no resulte viable para el consumo eléctrico local o regional, pero sí para la producción de hidrógeno verde que ayude a satisfacer la demanda mundial estimada. «Creo que ese va a ser el principal impulsor», afirma Leila Garcia da Fonseca, responsable de la investigación de los mercados eólico y solar en la región americana para Wood Mackenzie Power & Renewables.
Incluso cuando las circunstancias favorecen el desarrollo de la energía eólica marina, las turbinas no aparecen de la noche a la mañana. «La energía eólica marina no es algo que pueda desarrollarse de un año a otro. Lleva tiempo», afirma Ramón Fiestas, presidente del Comité Latinoamericano del Consejo Mundial de la Energía Eólica, una asociación comercial del sector eólico.
Según Fiestas, el plazo necesario para el desarrollo depende en parte de la experiencia que cada país tenga en ámbitos como la concesión de licencias medioambientales, los proyectos eólicos terrestres e incluso la explotación de petróleo y gas en alta mar.
De hecho, debido a la gran escala y complejidad de los proyectos eólicos marinos, varios de los expertos afirmaron que el proceso para poner en marcha un proyecto se asemeja más a lo que ocurre con la industria petrolera marina que con la eólica terrestre.
«La eólica marina no es simplemente eólica terrestre en el mar», dijo Leybourne. «Es muy, muy diferente a un proyecto solar y es muy diferente a los proyectos de pequeña escala con los que los gobiernos están acostumbrados a tratar».
Según Leybourne, los gobiernos interesados en impulsar la energía eólica marina necesitarán comprometerse con una planificación a largo plazo. Además, deberían optar por designar un organismo que coordine a todas las instituciones y partes involucradas. Por otro lado, deben establecer requisitos y procedimientos claros para la concesión de permisos y deben hacer estudios de impacto socioambiental que cumplan con las normativas internacionales, añadió, ya que será una condición para obtener financiación internacional.
Disponer de un marco regulatorio para la energía eólica marina es sencillo, afirmó el experto brasileño en energía Thiago Barral.
«Sólo se trata de dictar las normas que promuevan la inversión en una tecnología que es limpia y ha demostrado ser valiosa para la transición energética y para aumentar la seguridad energética», afirmó. (Cuando se celebró el evento del Diálogo Interamericano, Barral dirigía la Oficina de Investigación Energética de Brasil, institución gubernamental responsable de los estudios de planificación energética. Ahora es Secretario de Transición y Planificación Energética del Ministerio de Minas y Energía).
Un obstáculo para el desarrollo de la eólica marina es que sigue siendo cara, aun cuando los costos se redujeron a la mitad entre 2015 y 2020, según indica un estudio de Wood Mackenzie. Varios panelistas debatieron si los gobiernos deberían o no ayudar al despegue del mercado mediante subvenciones u otros incentivos.
El costo de los primeros proyectos que despliega un país, son siempre más elevados que los de los siguientes, señaló Leybourne. A medida que la industria madura, adquiere experiencia, desarrolla el contenido local y reduce los riesgos, el costo del capital baja y los proyectos se hacen más asequibles.
«Creo que es necesario un cierto nivel de apoyo a estos primeros proyectos para poner en marcha un mercado e iniciar ese camino de reducción de costos», afirmó.
A la hora de considerar costos, dijo Barral, es importante no limitarse a comparar una tecnología energética con otra, sino que hay que tener una visión integral. Esto es algo que quedó claro en Brasil en 2021, cuando la sequía puso bajo presión las fuentes hidroeléctricas del país.
«Debemos tener un enfoque holístico de los costos, y eso significa que debemos entender cómo la eólica marina nos ayudará con los problemas de flexibilidad que supone la integración masiva de renovables», dijo, y añadió que «puede ayudarnos con los requisitos de capacidad firme necesaria para ser más resilientes al clima».
«Hay muchas cuestiones que deben abordarse cuando hablamos de costos y comparación de costos», dijo Barral. «Tenemos que tener una perspectiva sistémica para no ser injustos con estas nuevas tecnologías».
Para Ramón Fiestas, el principal impulsor no debe ser el precio, sino la urgencia de disponer de un sector energético descarbonizado, acelerar la transición energética y cumplir los compromisos climáticos que los países han asumido a través del Acuerdo de París. Hacerlo realidad requerirá voluntad política, subrayó.
También es importante considerar el costo de no tener energía eólica marina, dijo, y añadió que la invasión rusa a Ucrania sirvió como recordatorio de la necesidad de asegurar un suministro energético confiable.
«Se trata de la seguridad energética. Se trata de descarbonizar las economías», dijo. «Ya no se trata de costos».