“La eficiencia energética es un tema muy potente,” dijo Adelqui Fissore, ingeniero de la Universidad de Concepción de Chile, quien trabaja en el campo desde hace más de 30 años. «Le cambia la vida de las personas, le cambia la cara«.
En 2011 y 2012, Fissore hizo una evaluación independiente de un programa del gobierno chileno llamado Programa de Reacondicionamiento Térmico, que proveía subsidios para rehabilitar viviendas de bajos ingresos con aislamiento, y en algunos casos mejores ventanas, para proteger contra el frío.
El equipo de Fissore revisó documentos del programa de una gran muestra de participantes -alrededor de 1.500- luego realizó visitas de campo a 75 viviendas para hacer una evaluación más detallada que incluyó encuestas antes y después de las mejoras, así como mediciones de temperatura, humedad, niveles de dióxido de carbono , y otros aspectos.
Evaluar la eficiencia energética puede ser una tarea compleja, especialmente en áreas donde la fuente primaria de combustible es la leña, que puede variar considerablemente en calidad. Otro factor es que la gente no necesariamente mantiene la casa a una temperatura estable.
«La gente compra leña hasta que se acaba la plata”, explicó Fissore. “El resto del mes siguen sin calefacción”.
El equipo de Fissore desarrolló un modelo para el estudio que tomó en cuenta una serie de factores, incluyendo el comportamiento humano. El estudio abarcó viviendas a lo largo de una extensa franja de Chile, desde la parte central del país, cerca de Santiago, hasta Coihaique, en el sur, donde la gente necesita calentar sus casas prácticamente todo el año.
El estudio formuló una serie de recomendaciones basadas en sus conclusiones. Por ejemplo, señaló que los mayores ahorros correspondían a casas más antiguas que no estaban aisladas en absoluto o que tenían muy poco aislamiento antes de la modernización. Recomendó dar prioridad a este tipo de viviendas, siempre y cuando estuvieran en buen estado para garantizar la inversión.
En promedio, el estudio encontró que los que participaron en el programa de aislamiento tenían hogares más calientes (1 grado Celsius) y menos problemas de salud, y consumieron un 28 por ciento menos energía que antes de las mejoras en el hogar. Y, recuerda Fisore, « La gente se ve más contenta«.