La conexión entre el agua y la energía es muy clara en América Latina, región que genera gran parte de su electricidad a partir de la energía hidroeléctrica. Tomados en conjunto, los países de América Latina producen el 57 por ciento de su energía a partir del agua, en comparación con el 16 por ciento a nivel mundial, y en algunos países dependen casi por completo de la energía hidroeléctrica, según Ariel Yépez, Jefe de la División de Energía del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Brasil, por ejemplo, utiliza el agua para suplir el 87 por ciento de sus necesidades eléctricas.
Mientras que la energía hidroeléctrica sin duda tiene sus ventajas y América Latina es una de las regiones más verdes del mundo, con relativamente bajas emisiones de combustibles fósiles, hace a su vez a los países particularmente susceptibles a las variaciones en el suministro de agua.ran parte de su electricidad a partir de la energía hidroeléctrica. Tomados en conjunto, los países de América Latina producen el 57 por ciento de su energía a partir del agua, en comparación con el 16 por ciento a nivel mundial, y en algunos países dependen casi por completo de la energía hidroeléctrica, según Ariel Yépez, Jefe de la División de Energía del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Brasil, por ejemplo, utiliza el agua para suplir el 87 por ciento de sus necesidades eléctricas.
«Esa bendición, esa gran ventaja para la región, puede convertirse en un tema de amplia vulnerabilidad», dijo Yépez.
En ninguna parte el nexo agua-energía es más claro que en este momento en Venezuela, donde una grave sequía exacerbada por El Niño se ha traducido en niveles peligrosamente bajos de agua en la gran represa nacional del Guri, lo que ha llevado al gobierno a establecer una serie de medidas para racionar el agua y la electricidad. El mismo fenómeno climático también ha traído las condiciones de sequía a Colombia y a varios países de Centroamérica y del Caribe en este año.
La región está propensa a ser más vulnerable aún frente a este tipo de problemas, a medida que los efectos del cambio climático se intensifican, según Yépez, uno de los oradores programados para participar en el Diálogo Regional sobre el Nexo Agua-Energía, que tendrá lugar en la Ciudad de Panamá días 24-25 de mayo. Este evento, que está siendo organizado por la Organización de Estados Americanos (OEA) y el BID, se centrará en la región de América Latina; un evento similar a finales de este año abordará el tema desde una perspectiva caribeña.
La reunión en Panamá analizará algunos de los retos y problemas inherentes al nexo entre el agua y la energía, mirará ejemplos de la región, y discutirá formas de gestionar estos recursos de manera se reconozca la conexión entre ellos. El evento cerrará con un diálogo entre funcionarios públicos y líderes del sector privado de la región.
«Todavía los países están trabajando en los temas de manera bastante distanciada,» dijo Max Campos, jefe de la División de Gestión Integrada de Recursos Hídricos del Departamento de Desarrollo Sostenible de la OEA. Un reto, dijo, es identificar formas en que los países pueden adoptar un enfoque más integrado a las decisiones de agua y energía -no necesariamente mediante la creación de ministerios gubernamentales adicionales, pero por la búsqueda de «puntos de convergencia» en el que las instituciones del Estado pueden trabajar juntos de forma más fluida y eficazmente.
En algunos casos, Campos dijo, esto puede implicar repensar proyectos de infraestructura desde una perspectiva «multiuso» que proporcione un mejor equilibrio entre las necesidades de agua y energía. Los países también podrán necesitar desarrollar un marco jurídico para la colaboración continua entre estos sectores. También es importante conseguir que la sociedad civil participe en la discusión acerca de la energía y el agua, no sólo las organizaciones no gubernamentales, pero instituciones académicas, el sector privado y la juventud de la región, que tienden a movilizarse por las preocupaciones ambientales y quieren encontrar formas de ayudar a resolver los problemas, dijo Campos.
Panamá en el nexo
Panamá es un lugar apropiado para sostener un diálogo sobre estos temas, de acuerdo con Isaac Castillo, Subsecretario de energía del país. «Si hay un país que depende del agua mayormente es Panama, porque nuestro principal recurso económico, que es el Canal, depende del agua», dijo en una entrevista.
De hecho, en marzo, el Canal de Panamá impuso restricciones temporales al calado en los buques que pasaran por el canal, debido a que la sequía causada por El Niño había bajado los niveles de agua en los lagos, situación que ahora se ha estabilizado, según Castillo. «Afortunadamente ha empezado a llover», comentó.
Castillo hizo hincapié en la necesidad de una mayor cooperación, tanto dentro como entre los países, para hacer frente a los desafíos interconectados relacionados con el agua, la energía y la producción de alimentos. «Es un tema que va a cobrar cada vez más relevancia en el futuro en la perspectiva del cambio climático», dijo.
Un lugar donde los intereses de agua y energía a menudo se enfrentan en América Latina es en el sector hidroeléctrico, dada la intensidad hídrica de la matriz energética de la región. Panamá, al igual que muchos otros países de la región, ha experimentado una fuerte oposición pública frente a proyectos de represas, dijo Castillo, y una queja ha sido la falta de gestión global de la cuenca.
Los proyectos de agua pueden hacer frente a la producción de múltiples necesidades en materia de energía, el riego de cultivos y el consumo humano, pero tienen que ser gestionados de forma «inteligente, de manera integral», resaltó Castillo. Dijo que la Secretaría Nacional de Energía de Panamá y el Ministerio de Medio Ambiente han estado trabajando juntos para diseñar un mecanismo para mejorar la gestión del uso del agua y resolver los conflictos dentro de cada cuenca. Los dos organismos también cooperaron estrechamente en la elaboración del Plan Energético Nacional 2015-2050, que fue aprobado hace varias semanas por el Consejo de Gabinete de Panamá.
«Los gobiernos debemos mejorar la coordinación de nuestras entidades para apuntar en la misma dirección», dijo Castillo.
El aumento de la cooperación también es importante a nivel internacional, dijo. Por ejemplo, el Sistema de Interconexión Eléctrica para América Central (SIEPAC por sus siglas en español) ayudará a estabilizar el abastecimiento de la región y mitigar las variaciones en la precipitación de un país a otro.
«Hoy en día todos estos temas están interconectados», dijo Castillo, quien agregó que la próxima reunión proporcionará la oportunidad para que los diferentes países puedan compartir ideas y soluciones.
La idea de ese diálogo surgió de la reunión ministerial del año pasado de la Alianza de Energía y Clima de las Américas (ECPA), donde tres ministros-el Secretario de Energía de México, Pedro Joaquín Coldwell, el Secretario de Energía estadounidense Ernest Moniz, y el Secretario de Energía de Panamá Víctor Urrutia –sostuvieron un panel de discusión sobre el nexo agua- energía.
Creciente complejidad
La producción de alimentos es otro elemento importante en las discusiones en torno a la energía y el agua, ya que la agricultura es lejos la principal fuente de consumo de agua en el mundo, seguida de la energía. (Por supuesto, la agricultura puede incluso ser utilizada para producir energía, como en el caso de algunos biocombustibles).
Ariel Yépez del BID dijo que los gobiernos aún tienden a considerar estos recursos en “silos”: “energía por un lado, agua por otro, alimentos por otro. Lo que todavía no alcanzamos a percibir es la alta interacción entre estos conceptos”.
Una tendencia que influye significativamente en el nexo energía-alimentos-agua es el crecimiento de la urbanización, de acuerdo con Yépez. Actualmente, dijo, alrededor del 80 por ciento de los latinoamericanos viven en ciudades, número que se espera aumente a 90 por ciento en 2050. Esto añade otro nivel de complejidad a asegurar que los países puedan suministrar y distribuir suficiente energía, alimentos y agua para satisfacer de manera eficiente la creciente demanda.
Estos no son sólo cuestiones de «ingenieril», dijo Yépez, señalando que muchos factores demográficos, históricos, socioeconómicos, culturales, geográficos, políticos, entran en juego en las decisiones que involucran estos recursos básicos. A modo de ejemplo, habló de un proyecto del BID en Haití que involucraba temporalmente vaciar una reserva para la renovación de una planta hidroeléctrica. Para esto fue necesario tener en cuenta los efectos sobre los agricultores río abajo; de lo contrario, se hubiesen podido arruinar los cultivos, interrumpir la cadena alimentaria, y amenazar los medios de vida y prácticas culturales.
Por su parte, Campos dijo que espera que la próxima conferencia en Panamá ayude a aumentar la conciencia acerca de los muchos desafíos interconectados e iniciar una conversación más amplia en la región sobre la mejor manera de abordarlos en el futuro.
Como nexo de la región para el diálogo político, la OEA tiene el potencial para recurrir a la experiencia de muchas otras agencias regionales, entre ellas la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Organización Panamericana de la Salud, o el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, entre otros, cuando las problemáticas sobre el agua, la energía y los alimentos se cruzan, dijo Campos. «Es importante que la OEA sea proactiva y abra espacios de diálogo sobre estos temas tan críticos para nuestro futuro.»