El gas natural a menudo se considera un combustible de transición, un puente hacia la energía renovable. Aunque se extrae del suelo en forma de gas y típicamente se transporta por gasoductos, el gas natural puede enfriarse y licuificarse, transportarse por buque a largas distancias y convertirse de nuevo en gas para su uso como combustible.
A pesar de algunos efectos negativos —como las emisiones de metano durante el proceso de producción, un problema que reconocen muchos líderes de la industria— el gas natural tiene varias ventajas obvias. Principalmente, puede suministrar una carga básica confiable cuya quema es más limpia que otros tipos de combustibles fósiles, como el combustóleo.
Se ha dejado de depender en gran medida del combustóleo porque es altamente contaminante, además de muy costoso, explicó Lisa Viscidi, Directora del Programa de Energía, Cambio Climático e Industrias Extractivas de Diálogo Interamericano. México y algunos países del Caribe se cuentan entre los que están usando más gas natural en sus matrices energéticas, informó la Sra. Viscidi.
De acuerdo con un informe del que fue coautora —GNL en las Américas: Como las tendencias económicas, tecnológicas y políticas influyen en el comercio regional —Jamaica es un país en el que se han logrado grandes avances con el GNL. En 2015, el petróleo representaba el 90% del combustible que se empleaba para generar electricidad en ese país, pero para 2016, esa cifra había caído al 58% y el gas natural representaba el 27% de la matriz energética. Las energías eólica, hidráulica a pequeña escala y solar constituían el 15% restante.
El informe señala que la red eléctrica de Puerto Rico también se ha vuelto menos dependiente del petróleo. Para 2016, el gas natural representaba más de una tercera parte del combustible con que se generaba electricidad en la isla. A medida que Puerto Rico continúa evaluando su red de electricidad después del Huracán María, podría acabar utilizando más el gas natural, según el informe, publicado por Diálogo Interamericano en abril.
Entretanto, en agosto de este año, la empresa energética AES inauguró la primera central de energía de gas natural en Panamá, junto con una terminal de regasificación cerca de la entrada al Canal de Panamá del lado del Caribe. Esta central de ciclo combinado de 381 MW operará con GNL importado de Estados Unidos. La compañía tiene ya una instalación generadora similar y una terminal de GNL en la República Dominicana.
Esperamos que la entrada del GNL proveniente de Estados Unidos, el cual tiene uno de los precios más competitivos del mercado mundial, transforme el sector energético centroamericano, como lo ha hecho en la República Dominicana, dijo el Presidente y CEO de la Corporación AES, Andrés Gluski, en un comunicado de prensa en que se anunció la inauguración de la central AES Colón. La empresa aclaró que las instalaciones también incluirán el tanque de GNL más grande del Caribe, que podrá abastecer gas a los países cercanos a partir del segundo semestre de 2019.
México, por su parte, ha incrementado su uso de gas natural para la generación de energía e importa GNL de varios países, incluyendo Perú, Nigeria, Qatar y Estados Unidos, aunque recibe mucho más de Estados Unidos por medio de gasoductos. México también produce gas natural, por supuesto, pero usa las importaciones para cubrir las necesidades en zonas del país muy alejadas de sus plantas de producción de petróleo y gas, dijo la Sra. Viscidi en una entrevista. La mayoría de las importaciones de GNL de México llegan a la terminal de Manzanillo, en la costa del Pacífico.
Varios países de Sudamérica —Argentina, Brasil, Chile y Colombia— también dependen hasta cierto grado del GNL importado, y el consumo en la región podría aumentar conforme los países buscan alternativas a la energía hidroeléctrica.
Como se dijo en el informe de Diálogo Interamericano, “América Latina depende en buena medida de la energía hidráulica a gran escala [para] alrededor de la mitad de la energía que produce. Sin embargo, las ambiciones para construir nuevas represas son bastante reducidas en vista de los costos sociales y ambientales, incluyendo deforestación y el tener que reubicar a comunidades enteras.” La energía hidroeléctrica también se está volviendo menos confiable en algunos países debido a las alteraciones en los patrones pluviales provocadas por el cambio climático, asevera el informe.
A la vez, el consumo de electricidad está aumentando en América Latina y el Caribe. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha estimado que la demanda de electricidad podría aumentar en más de un 70% entre 2016 y 2030. Aunque los países están expandiendo su uso de fuentes renovables, hasta ahora las energías eólica, solar, geotérmica y de biomasa representan juntas apenas alrededor del 10% de la matriz energética de la región, según el informe de Diálogo Interamericano.
Todo esto deja un amplio margen para el crecimiento del gas natural en la generación de electricidad. Y, por supuesto, el gas natural también se usa en el transporte y en ciertas industrias, como la producción de petróleo y la manufactura de acero.
El gas natural es una fuente de energía “oportunista” o “transicional”, señala Fernando Cubillos, jefe del equipo de energía de BID Invest, la rama del Grupo del BID que financia proyectos del sector privado. Aunque la tendencia general a largo plazo apunta hacia la energía renovable, indicó, el gas natural desempeñará entretanto un papel importante.
Muchos países del Caribe, por ejemplo, podrían beneficiarse del mercado actual de GNL, porque sus redes eléctricas suelen ser ineficientes y dependen del petróleo, que es costoso, dijo el Sr. Cubillo. Los cruceros presentan otra oportunidad de mercado para el GNL. En 2020 entrarán en vigor nuevas disposiciones normativas que limitan el uso de combustibles de caldera contaminantes y el gas natural es una opción competitiva para la industria naviera. Esto generará una necesidad de infraestructura de reabastecimiento en los puertos caribeños, añadió.
Los países del Caribe podrían reducir el costo de la infraestructura global de GNL si varios lo adoptaran como fuente combustible de electricidad, comentó el Sr. Cubillos en una entrevista. Para ser competitivo, el GNL necesita el mercado de electricidad, porque sin él no hay masa crítica.
La expansión del uso de GNL requeriría inversiones tecnológicas en la red eléctrica, además de cambios en el marco normativo, dijo. Sin embargo, algunos países del Caribe están analizando la posibilidad de cambiar en un 100% a energías renovables —como los sistemas de energía solar con baterías de almacenamiento— y evitar por completo la transición al gas natural.
Esa solución estará disponible comercialmente en el futuro, pero es muy difícil predecir cuánto tiempo va a tomar, añadió el Sr. Cubillos, además de que otra consideración que deben tomar en cuenta los países del Caribe es disponer de redes eléctricas variadas y resilientes que puedan soportar eventos climáticos, como los huracanes.
Aunque se desconoce a qué velocidad ocurrirán los avances ulteriores en las tecnologías de energía renovable, las instalaciones de gas natural pueden todavía ser inversiones viables en un período de 20 años, pues típicamente están vinculadas con acuerdos de adquisición de energía que garantizan un flujo de ingresos, observa el Sr. Cubillos. Este mismo año, BID Invest suministró financiamiento por casi US$290 millones para ayudar a construir una central de energía de GNL en el noreste de Brasil. El proyecto de US$1.800 millones y 1.500 MW en Sergipe —que se prevé que será la central de energía térmica más grande de Sudamérica— contribuirá a la diversidad tecnológica del país y desplazará parte de su generación a carbón cuando se necesite generación térmica, mantuvo el Sr. Cubillos.
Uno de los principales factores que impulsa los cambios en el mercado de GNL en todo el mundo es el auge en la producción de gas de esquisto en el suroeste de Estados Unidos en la última década. Lisa Viscidi advirtió que esto está contribuyendo a una considerable sobresaturación, porque Estados Unidos no solamente está exportando gas, sino que hace años se esperaba que fuera un importador importante.
Las exportaciones de Estados Unidos todavía son modestas —en 2017, se convirtió en exportador neto de gas natural por primera vez en por lo menos 60 años— pero las empresas han estado construyendo nuevas centrales de exportación para dar cabida al aumento en la producción.
El crecimiento en la producción de gas en Estados Unidos también ha impulsado cambios en sus políticas internas en años recientes, con repercusiones globales. Algunas políticas arraigadas que se habían creado considerando la seguridad energética de Estados Unidos —especialmente la prohibición de exportar petróleo crudo— fueron eliminadas bajo la administración del Presidente Obama. Había un creciente grupo de presión que afirmaba que no tenía sentido, que ahora eran productores y que debían deshacerse de este tipo de restricciones, puntualizó la Sra. Viscidi.
Los exportadores estadounidenses también excluyeron de sus contratos de venta las “cláusulas de destino”, comunes en otros países exportadores, que requerían que los compradores usaran el gas en el país donde lo habían adquirido, informó. Esa práctica no habría permitido los modelos de “distribución radial”, como la nueva central de Panamá, que se propone importar GNL producido en Estados Unidos a gran escala y después revenderlo en cantidades más pequeñas.
Los modelos de precios para el gas natural también se han vuelto menos rígidos en años recientes, y la tecnología para el suministro de GNL se ha vuelto más flexible. Por ejemplo, como manifestó la Sra. Viscidi, ahora es posible el suministro a pequeña escala utilizando la infraestructura y los buques tradicionales gracias el desarrollo de contenedores de tanque que cumplen los requisitos establecidos por la Organización Internacional de Normalización (ISO).
En otro ejemplo de innovación tecnológica, las unidades de almacenamiento y regasificación flotantes (FSRU) —con las cuales los buques grandes pueden atracar en un puerto y enlazarse con la infraestructura existente— pueden servirle a un país para cubrir temporalmente una mayor demanda sin necesidad de construir grandes instalaciones permanentes. Brasil y Argentina han arrendado FSRU para cubrir en parte la demanda estacional (estos dos países también tienen potencial para aumentar su producción doméstica de gas natural).
En conjunto, expresa la Sra. Viscidi, para que los países prevengan los aumentos globales en la temperatura y logren las metas establecidas en el Acuerdo de París, tendrán que ser precavidos sobre su concepción del gas natural como fuente de energía en el largo plazo.
Creo que lo inquietante de hablar de él como un combustible de transición es que se construye infraestructura que perdurará mucho tiempo. Es necesario asegurarse de poder dejar esa infraestructura a tiempo de cumplir con la meta de cero emisiones de carbono.
En el caso de Latinoamérica, que cuenta ya con generación de energía relativamente limpia, podría tener sentido utilizar algo de gas natural como una fuente firme de energía como respaldo de las energías renovables, en especial si el gas sustituye otras fuentes de combustible que generan más emisiones de carbono.
En mi opinión, indicó, si un país está cambiando de combustóleo a gas, está mejorando a corto plazo, su huella de carbono es ínfima a nivel global de todas maneras y está ayudando a usar gas para que las energías renovables, como la eólica y la solar, sean más viables. Creo que en términos netos eso es positivo.