La chicharronería «El Mañanero», un restaurante pintoresco situado cerca del mercado La Palmita en Ciudad de Guatemala, la especialidad de la casa es chicharrones y carnitas de cerdo embutidos en tortillas con guacamole, rábanos cortados en cubitos, jalapeños, y limón. Todo lo que la carne de cerdo chisporrotea se suma a la gran cantidad de aceite de cocina que solía verterse directamente por el desagüe. Ahora entra en recipientes plásticos de 5 galones, y finalmente recorre un camino hasta un tanque de gas, en forma de biodiesel.
Siomara Segura García, propietaria del restaurante, estaba feliz de encontrar una manera respetuosa con el medio ambiente para deshacerse de los residuos de aceite, sobre todo después del desastre que experimentó año pasado cuando el sistema de drenaje de El Mañanero se obstruyó y tuvo que cerrar durante tres días. Cuando escuchó hablar de un proyecto piloto que le daría la oportunidad de reciclar en vez de verter el aceite por el desagüe, no dejó pasar la oportunidad de participar.
«Fue un proyecto tan lindo que me llamó la atención. Estamos ayudando al medio ambiente. Estamos ayudando a las generaciones que vienen más adelante”.
Segura García es uno de los casi 400 propietarios de pequeñas empresas en seis de los mercados municipales de Ciudad de Guatemala que participan en el proyecto llamado Reciclaceite.
El proyecto recibió una subvención de $50,000 bajo la iniciativa de Comunidades Sostenibles en América Central y el Caribe. Este programa financiado por el Departamento de Estado de Estados Unidos y dirigido por la Organización de Estados Americanos (OEA), a través de la Alianza de Energía y Clima de las Américas (ECPA) -ha otorgado un total de 1 millón de dólares en pequeñas donaciones para apoyar 22 proyectos en diferentes países.
Reciclaceite reunió a varios actores clave. Fundación Solar, una gran organización ambiental sin fines de lucro en Guatemala, dirigió el proyecto en general, mientras que el gobierno municipal de Ciudad de Guatemala implementó el sistema de recolección de aceite. La Empresa Eléctrica de Guatemala, SA (EEGSA), una empresa privada que suministra electricidad a gran parte del país, contribuyó con $25.000 en fondos suplementarios, y la Asociación de Combustibles Renovables (Renewable Fuels Association) proporcionó apoyo adicional. La parte técnica de convertir el aceite usado en biocombustible corrió cuenta de la Universidad del Valle de Guatemala (UVG), una institución privada sin fines de lucro con un fuerte énfasis en tecnología.
El proyecto de reciclaje de aceite también tuvo un fuerte componente social. Dos hombres jóvenes que participan en un programa de empleo de la ciudad dirigido a jóvenes en riesgo, fueron contratados para recolectar el aceite de los cocineros del mercado, haciendo sus rondas en una camioneta luciendo el logo de la ciudad de color verde brillante y pulidos mensajes sobre la importancia de reciclar el aceite. (El proyecto incluyó un concurso para el diseño del logotipo y su mensaje.)
Otro elemento exitoso del proyecto ha sido la aceptación por parte de muchos dueños de pequeños restaurantes de mercado dispuestos a donar su aceite usado, según Marta Ximénez de Rivera, quien coordina el eje de energía de la Fundación Solar y asesora a la Junta directiva de la organización en materia de energía. «La gente tiene que estar involucrada. Si no es así, no es sostenible», dijo.
Inicialmente, los organizadores del proyecto enfrentaron algunos obstáculos logísticos y burocráticos para la creación del sistema de recolección y tratamiento. También tuvieron que dedicar tiempo educando a los propietarios de pequeñas empresas sobre el proceso de reciclaje, incluyendo los tipos de aceite de cocina que podían utilizarse, y cómo debía ser su almacenamiento.
«Recoger el primer galón fue toda una odisea,» dijo Héctor Ávila, coordinador de innovación ambiental de la Dirección de Medio Ambiente de la ciudad, y quien diseñó el proyecto. Ahora, dijo, la ciudad recolecta 100 galones de aceite usado por semana y prevé que existen fuentes sin explotar. «Yo no recolecto más porque no puedo procesar más», dijo Ávila.
El proyecto piloto terminó oficialmente hace varios meses, pero la ciudad sigue recogiendo el aceite de los restaurantes participantes mientras se busca una solución a largo plazo. Ximénez de Rivera calcula que la construcción de una planta de biodiesel para el municipio costaría alrededor de $500.000, y está decidida a ayudar a que esto suceda.
«Este fue un piloto que queremos transformar en una realidad que beneficiará a la municipalidad en una escala más grande», dijo. La idea es comenzar con una planta pequeña modular que se pueda ampliar a medida que la red de recolección de aceite crece.
Por el momento, el aceite de cocina usado se recoge de los mercados, se procesa y se mezcla con el diésel convencional para producir combustible suficiente para operar seis vehículos-cuatro del Departamento de parques de la ciudad y dos de la compañía de electricidad. Funcionan con una mezcla de un cuarto de biodiesel y tres cuartos de diésel regular, lo que reduce las emisiones de los vehículos en un 70 por ciento y representa el rendimiento óptimo de la inversión, según Ximénez de Rivera. Los motores no tienen que ser modificados para usar este tipo de mezcla.
Marvin Alvizures, quien está a cargo del suministro de combustible en la gasolinera de la ciudad donde el biodiesel se almacena y se bombea, dijo que el combustible biodegradable ha demostrado funcionar sin problemas. «Yo creí que iba a ver problemas con los vehículos, pero no lo hubo», dijo.
El aceite usado se procesa en una planta piloto de biodiesel en un laboratorio que es parte del Departamento de Ingeniería Química de la UVG. La asociación con esta «universidad verde» garantizó un alto estándar de calidad y mayor credibilidad en el proyecto, según Ximénez de Rivera.
El biodiesel puede ser producido a partir de aceites y grasas de origen animal o vegetal. Cuando se utilizan aceites desechados por la industria alimentaria, el proceso de conversión se inicia mediante el filtrado del aceite y se deja asentar; se añaden a continuación alcohol y un catalizador para descomponer el aceite en moléculas más pequeñas. Los pasos adicionales son eliminar el agua y subproductos tales como jabones y glicerina. El producto final es sometido a pruebas de pureza, viscosidad, densidad, y acidez, para asegurar que cumple con altos estándares, según Cristián Rossi Sosa, quien dirige el laboratorio de la UVG.
La planta de la UVG puede procesar 200 litros a la vez, y la conversión de los aceites usados para biocombustibles toma de tres a cuatro horas. La universidad procesa desechos de aceite de otras fuentes, por lo que sólo puede manejar una cantidad limitada de aceite recolectado de los mercados.
Si la ciudad puede construir su propia planta, Ávila dijo, podría aumentar enormemente la cantidad de recolección de aceite usado no sólo de otros mercados, sino de restaurantes y hoteles de la capital. La esperanza es que la planta llegue a producir al menos 4.500 galones de biodiesel por mes, suficiente para operar toda la flota de vehículos con motor diésel de la ciudad. No traería sólo beneficios ambientales; también emplearía a más jóvenes, señaló Ávila.
Pero incluso en esta pequeña escala, el proyecto ha sido provechoso, según Gamaliel Zambrano, Director del Centro de Procesos Industriales. En primer lugar, dijo, se redujo de manera significativa la cantidad de aceite de cocina que se desecha por el sistema de alcantarillado ayudando a reducir la contaminación del agua subterránea. Y el uso de biodiesel reduce la contaminación del aire.
Mientras que los efectos sobre las emisiones pueden representar sólo una «gota en el océano» en términos del tráfico total en Ciudad de Guatemala, el gobierno de la ciudad está estableciendo un ejemplo fuerte y positivo, dijo Zambrano. «Es una gota que aporta, y muchísimo. Ese ejemplo en verdad se puede replicar.»