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¿Para dónde vamos?

lunes, julio 01, 2013

Según la evidencia provista por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) señala que algunos de los cambios que se están produciendo en el sistema climático no encajan con los patrones naturales, por lo que estos pueden ser atribuidos a las emisiones humanas de diferentes compuestos químicos a la atmósfera.

No obstante, en el sistema climático global existen muchas variaciones naturales en ciclos largos (de miles o de millones de años) que la comunidad científica aún no termina de comprender a cabalidad y que en gran medida se desconoce el impacto total de esas variaciones (por ejemplo, los impactos de la variabilidad de la actividad solar sobre el sistema climático global).

Resulta tan asombroso el grado de complejidad de la variabilidad climática y el cambio climático, que aún no ha sido posible comprenderlo en su totalidad. Por lo tanto, en el escenario descrito anteriormente, si hablamos del cambio climático en general, podemos entender claramente del nivel de incertidumbre existente al tratar de evitar los desastres climáticos en el largo plazo. Por lo tanto, la adaptación se posiciona como una alternativa para naturalmente acoplarse al clima cambiante.

En el corto plazo (días / semanas), el uso de modelos numéricos en las ciencias atmosféricas modernas puede prever y evitar algunas amenazas, como:

• Aumentos extremos de la temperatura del aire – olas de calor;

• Tormentas a escala sinóptica y  meso-escala, incluyendo vientos severos y huracanes, entre otros;

• Precipitaciones e inundaciones asociadas; y

• Sistemas de alta presión semi-permanentes asociados a sequías;

Sin embargo, el futuro es tan sólo un simple escenario basado en los potenciales cambios que puedan acontecer. En consecuencia, somos lamentablemente incapaces de mitigar los cambios climáticos futuros de manera eficaz. Dado que el sistema climático inevitablemente va a cambiar en el futuro, debido a que ha cambiado de muchas maneras en los siglos pasados (la Tierra ha pasado por períodos fríos y cálidos, incluso antes de la influencia humana), para abordar de manera inteligente, tanto, el cambio climático, los impactos ambientales y los desastres naturales, estos deben ser manejados principalmente a través de medidas de adaptación.

 

Para poner este tema en perspectiva, la forma en que cualquier sociedad pueda responder eficazmente a las tensiones y retos generados por el cambio climático y los desastres naturales, puede variar considerablemente. Esto resulta particularmente complejo, debido a que las sociedades bajo un gran estrés tienden naturalmente al conflicto. Por lo tanto, es necesario entender la relación entre los elementos que generan conflicto.

Cuando una sociedad cualquiera, experimenta un evento de estrés climático,  inevitablemente se van a gatillar conflictos entre sus integrantes, particularmente si existe escasez de bienes básicos (es decir, agua potable, alimentos, energía, etc.). Si combinamos el crecimiento de la población mundial con una baja disponibilidad de recursos, debido a estrés climático y político, la consecuencia será que los grupos más influyentes dentro de una sociedad van a cambiar la distribución de los recursos para satisfacer su propio beneficio. En consecuencia, esta distribución desigual de los recursos dará cabida a graves secuelas para las comunidades más vulnerables de esa sociedad. Por lo tanto, se verán  migraciones masivas a regiones que carecen de planificación urbana (por ejemplo, más del 75% de la población de LAC vive en aglomeraciones urbanas) y por lo tanto, habrá un aumento de la inestabilidad ambiental local (por ejemplo, aquel segmento de la población que vive en tierras con gran pendiente y escarpadas, laderas, áreas con riesgo de desertificación o de inundaciones) resultando finalmente en una expansión pandémica y perpetuación de la pobreza crónica en la sociedad. 

La tendencia inducida por el cambio climático y la variabilidad climática, agravada por factores antropogénicos como son el uso de tierras marginales, la deforestación, los cambios en el uso del suelo, aumento exponencial de la población y las condiciones económicas, da como resultado la unión de los ingredientes perfectos para que ocurra un «desastre». Hoy, la sociedad moderna está cada vez más propensa a experimentar eventos climáticos extremos. Las medidas de adaptación, particularmente unida con la solidaridad, deben ponerse en práctica sensatamente por los grupos sociales más privilegiados a nivel global para proteger a los más desfavorecidos. De lo contrario, se producirá una «catástrofe humanitaria» en lugar de una «catástrofe climática». Y de aquí, ¿Hacia dónde vamos?, creo que nadie lo sabe con certeza.


 

Sobre el autor: Rubén Contreras Lisperguer es especialista en la Sección de Energía y Mitigación del Cambio Climático del Departamento de Desarrollo Sostenible de la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Cuenta con más de 15 años de experiencia en temas tales como energía, medio ambiente, ciencias atmosféricas  y de cambio climático. Trabajó como investigador en la Antártida, ha sido y es Gerente e Ingeniero de Proyectos relacionados con temas de Energía y Cambio Climático en organizaciones no gubernamentales e  internacionales y con instituciones gubernamentales de las Américas.  Es Ingeniero en Ciencias Atmosféricas / Meteorología, cuenta con una Maestría en Tecnologías de Energía Solar y es  candidato a  Ph.D. en Energía Renovable.